jueves, 25 de octubre de 2007

POESÍA INFANTIL

PALABRAS, PALABRAS Y MÁS ‎PALABRAS
Cecilia Beuchat (Chile)‎

Palabras, palabras y más palabras
miles y miles de palabras
tiene nuestro idioma, el castellano,‎
Palabras dulces como el azúcar y ‎amistad.‎
Palabras tristes que también hay
como guerra, hambre, desilusión,‎
y varias otras que es mejor olvidar.‎
Palabras largas como peluquería,‎
helicóptero, paralelepípedo,‎
y otras cortas como rey, pan y sol.‎
Palabras que suenan suaves
como susurro, silencio y soñar;‎
palabras que suenan fuerte
como bomba y tambor.‎
Palabras que suenan muy bien, ‎
de esas tenemos también:‎
libélula, calendario
coleóptero y vaivén.‎
Palabras olorosas
Como lavanda y coliflor.‎
Palabras sabrosas
como caramelo, manjar y miel.‎

Palabras coloreadas
como arco iris y tornasol;‎
palabras saltonas como zurcir y ‎tintinear.‎
Palabras gordas como globo y bombón.‎
Muchas provienen del árabe
Como albahaca y almohada;‎
mas la mayoría son del griego ‎
y del latín.‎
Unas pocas del alemán,‎
unas cuantas del francés
y otras tantas del inglés.‎
Pero todas, todas, todas‎
son del castellano.‎
Largo es el inventario
Y casi, casi todas, ‎
Aparecen en el diccionario.‎

‎------------0000--------------‎

UNA CAJITA DE FÓSFOROS
María Elena Walsh (Argentina)‎

En una cajita de fósforos
se puede guardar muchas cosas.‎

Un rayo de sol, por ejemplo.‎
‎(Pero hay que encerrarlo muy rápido, ‎
si no, se lo come la sombra.)‎
un poco de copo de nieve, ‎
quizá una moneda de luna,‎
botones del traje del viento,‎
y mucho, muchísimo más.‎

Les voy a contar un secreto.‎
En una cajita de fósforos
yo tengo guardada una lágrima
y nadie, por suerte, la ve.‎
Es claro que ya no me sirve.‎
Es cierto que está muy gastada.‎
Lo sé, pero qué voy a hacer,‎
Tirarla me da mucha lástima.´‎
Tal vez las personas mayores ‎
no entiendan jamás de tesoros.‎
‎“Basura”, dirán, “cachivaches”.‎
‎“No sé por qué juntan todo esto”.‎
No importa, que ustedes y yo
igual seguiremos guardando
palitos, pelusas, botones,‎
tachuelas, virutas de lápiz,‎
carozos, tapitas, papeles, ‎
piolín, carreteles, trapitos,‎
hilachas, cascotes y bichos.‎

En una cajita de fósforos
se puede guardar muchas cosas.‎
Las cosas no tienen mamá.‎

‎-----------------0000--------------‎

SUEÑO

Robinson Saavedra Gómez
‎(Chile)‎

Mamá, quien fuera un gigante
para coger la luna.‎
Te haría con su seda
un vestido de luz.‎

Madre, ¿qué dirías tú‎
si yo ne fuera a las estrellas?‎

Te traería a mi vuelta un delantal de
cielo.‎
Y para tu cuello blanco
un collar de perlas azules.‎

‎¡Madre mía! Quien fuera un pájaro‎
con alas en la frente.‎

‎--------------0000------------------‎

CUANDO SEA GRANDE

Alvaro Yunque (Argentina)‎

Mamá, cuando sea grande
voy a hacer una escalera
tan alta que llegue al cielo,‎
para ir a coger estrellas.‎

Me llenaré los bolsillos
de estrellas y cometas,‎
y bajaré a repartirlas
a los chicos de la escuela.‎

Pero a ti voy a traerte,‎
mamita, la luna llena,‎
para que alumbres la casa
sin gastar luz eléctrica.‎

‎-----------------0000-----------------‎

REGALO

Jorge Teillier (Chile)‎

Un amigo del sur
me ha enviado una manzana
demasiado hermosa
para comerla de inmediato

La tengo en mis manos:‎
es pesada y redonda como la Tierra.‎

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EL LAGARTO ESTÁ LLORANDO

Federico García Lorca
‎(Español)‎

El lagarto está llorando.‎
La lagarta está llorando.‎

El lagarto y la lagarta,‎
con sus delantalitos blancos.‎

Han perdido sin querer
su anillo de desposado.‎

‎¡Ay, su anillito de plomo,‎
ay, su anillito plomado!‎

Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.‎

El sol, capitán redondo,‎
lleva un chaleco de raso.‎

‎¡Miradlos, qué viejos son!‎
‎¡Qué viejos son los lagartos!‎

‎¡Ay, cómo lloran y lloran!‎
‎¡ay! ¡ay! ¡Cómo están llorando!‎

martes, 23 de octubre de 2007

literatura infantil y géneros literarios

Este artículo, publicado en Internet, proviene de la realidad española, pero tiene puntos ‎de encuentro con la escuela y el niño en la realidad chilena. También hay elementos que ‎son generales, como son los géneros literarios infantiles.‎ (RMM)

LA LITERARURA INFANTIL EN LA ESCUELA

‎ 1. - EL VALOR IMPRESCINDIBLE DE LA LITERATURA INFANTIL PARA LA ‎EDUCACIÓN DEL NIÑO

‎ "No hay hombre que no reciba el hábito mágico de la literatura, verso y prosa: toca al ‎niño ya en rimas y juegos; hasta el adulto analfabeto llega en canciones y coplas ‎‎(maravilloso homenaje del ritmo literario y musical), y en refranes y cuentos."‎

DÀMASO ALONSO

‎ 2. - LA LITERATURA INFANTIL EN EL ACTUAL DISEÑO CURRICULAR

Es el conjunto de manifestaciones y actividades que tienen como vehículo la palabra, ‎pero con un toque artístico y creativo (intencionalidad). La intención es lo que le da a la ‎palabra el valor creativo.‎

En la literatura infantil, se añade a la definición que tiene como receptor al niño.‎
Debido al consumo audiovisual y a la pérdida de familiaridad con la palabra escrita ‎estamos ante la degradación cultural observable en que muchos niños encuentran ‎dificultades en expresarse por escrito, lo que hace que la cultura se degrade porque toda ‎la cultura es escrita.‎

Cuando se pierda esta familiaridad, nos encontraremos con personas carentes de ‎instrumentos lógicos, críticos y lingüísticos.‎

Una de las consecuencias de esto es la falta de adaptación a la realidad, y en cuanto al ‎niño, aparece el "niño televisivo" con síndrome del retorno, en donde el niño confunde ‎realidad y ficción, vuelve difícilmente de la imagen a la realidad.‎

En el plano intelectual, la excesiva familiaridad con la imagen, no desarrolla lo ‎cognitivo, ni la fantasía, ni la creatividad, y deteriora la curiosidad infantil. ‎

La lectura implica toda la vida psíquica, las actividades que exige un esfuerzo movilizan ‎toda la capacidad psíquica. ‎

La potencia de las facultades lógicas, el esfuerzo mental que va hermanado con la ‎lectura. ‎
El enriquecimiento del patrimonio lingüístico (hablar, oír, leer y escribir) ‎
El espíritu crítico: la lectura de diferentes formas de pensar sobre una cosa. ‎
La lectura educa nuestro sentido estético ‎
La lectura nutre la fantasía ‎
Ensancha la imaginación ‎
Cultiva el sentimiento ‎
Descubre intereses más amplios ‎
Permite descubrir el silencio, aprender a estar sólo ‎
Ayuda a la asimilación crítica de la información ‎
Ordena la realidad ‎


‎3.- CONCEPTO DE LITERATURA INFANTIL

La literatura infantil ha tenido una consideración escasa y peyorativa.‎
Rafael Sánchez Ferlosio rechaza la existencia de la literatura infantil, porque para él, ‎cualquier intento de adecuación lingüística, supone una degradación.‎

Aguiar e Silva denomina literatura como un concepto histórico con el que se denomina ‎a un conjunto de creaciones particularizadas con formas más o menos específicas, ‎impuestas por su origen, su temática o su intención.‎

Marisa Bortolussi diferencia tener al niño como destinatario y tenerlo como receptor; ‎para que sea receptor debe entender lo que se dice. Esto nos lleva a reflexionar en lo que ‎es el libro y lo que es la literatura: esto debe ser una cualidad indispensable en la ‎literatura infantil, y en todas sus manifestaciones.‎

Cervera habla de la literatura ganada o recuperada (cuentos tradicionales, los romances, ‎los cuentos de Perrault, los cuentos de la mil y una noches), de la literatura creada para ‎los niños (Collodi: "Pinocho") y la literatura instrumentalizada (libros: "Theo": ‎predomina la intención didáctica y se caracterizan por una dosis mínima de creatividad).‎

Toda obra literaria es una selección en una lengua, pero mientras que la literatura ‎general contribuye a la creación de la lengua, la literatura infantil contribuye a que el ‎niño penetre en el conocimiento de la lengua, a través del espíritu lúdico de las palabras, ‎las onomatopeyas, el ritmo, la cacofonía, la prosa rítmica y la eufonía (palabras que ‎suenan bien).‎

CRACTERÌSTICAS: ‎

‎1. - La sencillez creadora en cuanto a su concepción y expresión temática, nunca la ‎simplicidad.‎
‎2. - La audacia poética, es la fuerza expresiva del lenguaje puro, por lo tanto, ese mundo ‎lúdico se interioriza.‎
‎3. - La comunicación simbólica. PIAGET. La lectura de pasatiempo se convierte en ‎gozo y el juego en placer.‎

El dramatismo en sentido de centrar la atención, es un punto importante en los cuentos. ‎Por lo tanto, lo literario será sobrio, sencillo y con dominios positivos. El niño participa ‎de las recreaciones imaginarias de una realidad que le son brindadas en las creaciones ‎literarias, las hacen suyas y las recrea; comprende, intuye y descubre los significados ‎mediante el carácter plurisignificativo del lenguaje literario. Si aún no puede elaborar ‎sus impresiones de modo conceptual, su peculiar intuición permite al niño innovar y ‎recrear sus propios recursos lingüísticos; èsto se lo facilita el admitir el juego de ‎motivación - arbitrariedad en las relaciones entre fondo y forma.‎
El juego de estos elementos: la creación imaginaria de una realidad, el carácter ‎plurisignificativo, la exploración de posibilidades expresivas, la ruptura con la rutina de ‎los recursos, la relación entre fondo y forma, es lo que nos permite distinguir entre ‎literatura y no literatura.‎

LOS GÈNEROS LITERARIOS

‎1.- EL CUENTO POPULAR ‎
Los primeros estudios se inician en el Romanticismo, y los primeros en hacerlo, fueron ‎los Hermanos Grimm. Se ayudaron en los estudios de la antropología y la psicología.‎
Los autores más importantes que estudian los cuentos populares son: Aarne, Pinon y ‎Propp.‎

Todas las comunidades poseen relatos. Se transmiten oralmente, en prosa, de forma ‎anónima y con una forma literaria simple.‎

Los cuentos tienen la misma construcción: el principio y el fin son estereotipados, ‎los protagonistas tienen cualidades simples, la acción se repite tres veces, no hay ‎descripción de lugares o tiempos precisos y siempre ocurre la misma peripecia: ‎salir de casa, experimentar dificultades y volver maduro.‎

En cuanto a los personajes: no tienen ambigüedad; son buenos o malos, igual que ‎belleza y fealdad o en las clases sociales. El mundo de los vivos se mezcla con el de los ‎muertos, y es un mundo gobernado por principios fìsicos extraordinarios.‎

Su origen se ha considerado a la India. Del "Panchatautra", que es un conjunto de ‎cuentos populares. La universalidad de los relatos: encontramos el mismo relato en ‎cualquier lugar del mundo.‎
‎ ‎
EL MITO (personajes son héroes) ‎

Explicación de lo misterioso, de lo que no se puede explicar
Todas las civilizaciones tienen sus mitos. No son cuentos; es mucho anterior que el ‎cuento.‎
Su característica fundamental es que debe ser creído.‎
‎ ‎
LEYENDA ‎

Narra las hazañas de un personaje; se caracteriza por su practicidad y tiene valor ‎propagandístico.‎
Relatan un suceso histórico, generalmente religioso, acrecentado por el tiempo y por la ‎comunidad a la que afecta.‎
Sus personajes son sujetos determinados, sus actos tienen un fundamento que parece ‎histórico y heroico.‎

EPOPEYA o CANTAR DE GESTA ‎

Son formalizaciones literarias muy tardías de un mito original, y constituyen el ‎contenido de obras conocidas de la literatura universal.‎
Se constituye entorno a un héroe legendario. Presenta los hechos de forma fácil de ‎comprender, de retener y de repetir.‎

FÀBULA ‎

Tiene un fin práctico y mediato. Sus protagonistas son animales. Se considera un género ‎menor y es pedagógica. Su origen es de la India, porque son panteístas (dios esta en ‎todas las cosas)‎

Enseñan al hombre como se ha de conducir en distintas situaciones. Los animales están ‎presentados según lo que su perfil físico sugiere.‎

No hay que confundir la fàbula con el cuento de hadas, porque la fàbula tiene una ‎intenciòn satìrica, pueden actuar como los hombres. ‎

CUENTO DE HADAS ‎

Tienen transmisión oral, origen fantástico, elementos maravillosos, protagonizados por ‎seres sobrenaturales que se mueven junto con otros, en una esfera de atemporalidad. Su ‎mundo resulta abstracto, como de un sueño. ‎

La gracia y la frescura son dos rasgos característicos. Se corresponde con la mentalidad ‎infantil: restringido número de personajes que aparecen muy tipificados y con ‎esquemas de oposición (mentalidad absolutista) las motivaciones de las acciones van ‎determinadas por sentimientos muy sencillos y primarios recompensa de la bondad y el ‎castigo cruel (moral ingenua) ingenuo optimismo, estructura episódica y el lenguaje ‎rápido ‎
Lopez Estrada habla de géneros como ordenación de obras literarias en grupos de ‎condición similar.‎

Wellek y Warren escribieron un manual de la literatura y hablan de una serie de tipos ‎de estructura literaria.‎

Los géneros sirven para establecer relaciones para facilitar el estudio, la ‎comprensión y la valoración de la s obras.‎

Cervera dice que acepta la división en épica, lírica y dramática. Nosotros incluimos el ‎cuento, la poesía y el teatro (Tamés) ‎

RELATOS DE AVENTURAS ‎

En el paso de la 2ª infancia, aparece un debilitamiento progresivo del interés por las ‎fantasías de los cuento s de hadas. Y comienza a interesarse por el género narrativo, ‎también llamado género de aventuras.‎

Normalmente este género es el resultado de una mezcla de relatos fantásticos, ‎científicos, policíacos. ‎

Con aventuras designamos una narración larga dominada por la acción y basada en un ‎ritmo narrativo intenso, cargado de suspense, de misterio, con abundantes elementos ‎imprevistos de sorpresa y riesgo. También encuentra su expresión en cómics e ‎imágenes.‎

Podemos clasificar al relato de aventuras como un relato socio-científico (ej.: Julio ‎Verne); como relato bélico (ej.: Salgari); del oeste; policiacas; deportivos; cómicos; ‎históricos.‎
‎ ‎
La fascinación por la aventura surge entre los 6 y los 11 años, y es un género adecuado ‎para la infancia y la adolescencia, por el ritmo trepidante, casi cinematográfico, que ‎garantiza el interés; la presencia de un héroe fascinante y carismático; la tensión de la ‎vivencia y el final feliz de la trama. ‎

Características negativas: culto a un héroe; asimilación acrítica de modelos de fuerza ‎bruta y destructiva; excitación emotiva exagerada, que corren el riesgo de favorecer la ‎realización de cosas nefastas y la acumulación de agresividad. No solamente estas ‎películas, sino que en los relatos también pueden tener motivos y temas que pueden ‎sedimentar prejuicios y estereotipos hacia personas, razas, etc.; la figura femenina es ‎casi exclusivamente pasiva (si aparece); la rígida oposición entre buenos y malos, en el ‎sentido de que el bueno no se despeina; la despreocupación del héroe por la dignidad, ‎el sufrimiento y el trágico destino. ‎

Tras esto, se debe procurar que el niño no acceda solo a relatos de aventuras y que lo ‎alterne con actividades lúdicas y socializantes.‎

NOVELA HISTÓRICA ‎

Es un variante del relato de aventuras. Es más complicada y se accede en la ‎adolescencia. Es complicada por su lenguaje, su argumento, por las referencias ‎culturales.‎

‎ POESÍA ‎

Por su carácter lírico, su expresividad, su llamada a la reflexión, resulta apropiada para ‎el mundo de hoy gobernado por el conformismo, la prisa, el culto a la apariencia, etc.‎
La poesía frente a todo ello es iniciación a los valores, reclamo para el sentimiento, la ‎afectividad, ruptura de esquemas, exaltación de la originalidad creativa.‎
Todo esto hace que la poesía pueda asumir las características del cuento de hadas. ‎También es salvaguarda de la libertad, de la identidad de la persona.‎

CIENCIA FICCIÓN ( s.XX) ‎

Se debe al extraordinario desarrollo científico y técnico. Tiene fantasía, aventura, ‎elementos científicos, maravillas tecnológicas, etc. Sin embargo ha planteado muchas ‎preguntas educativas: exagerada tensión narrativa, excesiva agresividad que provoca ‎ansias de destrucción hacia criaturas distintas; super hombre bruto; ofrece respuestas ‎banales a los problemas del universo. ‎
Pero en sus mejores formas es muy interesante: la ciencia ficción es un reconocimiento ‎de las limitaciones humanas; abre nuevos horizontes a la dimensión de lo posible; ‎desarrolla la capacidad de razonamiento lógico-deductivo une lo humanístico y lo ‎científico.

LITERATURA POLICIACA
‎ ‎
En la versión británica, es un producto del urbanismo, una forma británica de aventura ‎cerebral con humor, dominada por el duelo intelectual entre el detective y el asesino; ‎ej. : Conan Dogle: "Sherlock Holmes" porque intentan dar una razón lógica a cosas ‎absurdas.‎El detective es muy inteligente, aunque no sea simpático, no los hacen humanos.‎ Y en la versión americana, es puramente acción.‎

Características positivas de todas ellas: los hechos se desarrollan según una lógica ‎rigurosamente consecuente, estimulando el razonamiento deductivo; refina la capacidad ‎de análisis; ejercitan la intuición; motivan la lectura posterior.‎
‎ ‎
Características negativas: violencia brutal y gratuita; héroes negativos; vivencias ‎criminales; detectives sin prejuicios.‎
‎ ‎
NOVELA ROSA ‎

Es protagonizada por muchachas y plantean problemas de la adolescencia; el tema ‎central es la vivencia del amor y tiene un tono sentimental.‎
Jane Austen "Emma"‎
Charlotte Brontë "Jane Eyre"‎
L. M. Alcott "Mujercitas"‎
Spyri "Heidi"‎

Tiene muchas expresiones: novelas, dibujos, fotonovelas, telenovelas, películas, etc. En ‎general es una literatura conformista, amanerada.‎

Crítica:

Presentan imagen de inferioridad de la mujer, siendo pasiva en relación al hombre. ‎
Fomentan una evasión de la realidad ("soñar con los ojos abiertos") (Aunque en ‎Mujercitas muestra a la mujer que desea ocupar un lugar distinto en la sociedad)‎
Dan gran importancia al maternalismo, logrado por el matrimonio. ‎
‎ En: http://www.geocities.com/crachilecl/litinf.htm

viernes, 5 de octubre de 2007

TRABALENGUAS

1)
Tres tristes tigres tragaban trigo en un trigal.
2)
Sala catula
chalchicomula
dibidi dabidi bu
dubidi dubudi da
el que diga estas
palabras, pronto
un hechizo tendrá
3)
Erre con erre, no encuentro;
erre con erre, van tres
otro animal en mi cuento
con erre de rana,
de burro y de res.
4)
Pepe peina pocos pelos,
pero peina peluqueros,
peina peine Pirámide
pero pocos pelos peina
5)
¿Usted no nada nada?
No, no traje traje.

6)
Hay chicas chachareras que chacotean con chicos chazos. Y un chico mete al chillón de la chepa un chichón por chirrichote, y el chiste, y lo chocante, es que la chepa se le ha chafado con la hinchazón del chirlo.

7)
Ñoño Yáñez come ñame en las mañanas con el niño.

8)
Tengo un tío cajonero
que hace cajas y calajas
y cajitas y cajones.
Y al tirar de los cordones
salen cajas y calajas
y cajitas y cajones

9)
Poquito a poquito Paquito empaca poquitas copitas en pocos paquetes.

10)
Pablito piso el piso, pisando el piso Pablito piso cuando Pablito piso el piso, piezas de piso piso Pablito.

11)
Cuca cose en casa de Coco Suca

13)
Pablito clavó un clavito
en la calva de un calvito.
En la calva de un clavito,
un clavito clavó Pablito.

14)
Pepe Peña
pela papa,
pica piña,
pita un pito,
pica piña,
pela papa,
Pepe Peña.

16)
Me trajo Tajo tres trajes,
tres trajes me trajo Tajo.

17)
Compadre, compre usted poca capa parda.
Porque el que poca capa parda compra,
poca capa parda paga.
Yo que poca capa parda compré,
poca capa parda pagué.

18)
El arzobispo de Constantinopla está
constantinopolizado
¿quién lo desconstantinopolizará?
El desconstantinopolizador que lo
desconstantinopolice,
buen desconstantinopolizador será.

19)
Yo compre pocas copas,
Pocas copas yo compre.
Como yo compre pocas copas,
pocas copas yo pagué.

20)
Tres tristes tigres
tragaban trigo en
tres tristres trastos
sentados tras un trigal.
Sentados trans un trigal,
en tres tristes trastos
tragaban trigo tres
tristes tigres.

21)
Cuando cuentes cuentos
cuenta cuántos cuentos cuentas,
porque si no cuentas cuántos cuentos cuentas
nunca sabrás cuántos cuentos cuentas tú
Pedro Pablo Pérez Pereira
pobre pintor portugués
pinta pinturas por poca plata
para pasar por París.

ADIVINANZAS

Soy bella, soy muy fuerte;
cuando hablo todos me oyen
y tengo un solo diente
que muevo constantemente
(La campana)

Con su gran boca
y un solo diente
desde lo alto
llama a la gente.
(La campana)

Todos dicen que me quieren
para hacer buenas jugadas,
y, en cambio, cuando me tienen
me tratan siempre a patadas.
(El balón)

Por come empieza
y volar sabe,
no es un avión,
ni tampoco un ave.
(La cometa)

.M. Marshall
Trabalenguas
Ejercicios para la pronunciación.

RR


R con R cigarro,
R con R barril,
rápido corren los carros
cargados de azúcar al ferrocarril.

TR

En tres tristes trastos de trigo,
tres tristes tigres comían trigo;
comían trigo, tres tristes tigres,
en tres tristes trastos de trigo.

CA, QUE, QUI, CO, CU.

El que poco coco come, poco coco compra;
el que poca capa se tapa, poca capa se compra.
Como yo poco coco como, poco coco compro,
y como poca capa me tapo, poca capa me compro.

-------------

El suelo está enladrillado,
quién lo desenladrillará
el desenladrillador que lo desenladrillare
un buen desenladrillador será.

----------------

Un carro cargado de rocas
iba por la carretera haciendo
carric, carrac, carric, carrac.

-------------

Pancha plancha con cuatro planchas
¿Con cuántas planchas plancha Pancha?

-------------

Perejil comí
Perejil cené.
¿Cuándo me desperejilaré?

--------------

Pepe Cuinto contó de cuentos un ciento,
y un chico dijo contento:
- ¡Cuántos cuentos cuenta Cuinto!

--------------------

Bájame la jaula, Jaime. Bájamela.

Literatura y desarrollo intelectual infantil

Andrés Díaz Marrero

La literatura infantil es la parte de la literatura general, cuyo discurso va principalmente dirigido a (o es hecho ‎suyo por) los niños; bien, porque sus autores así lo quisieron, o porque los propios niños adoptaron dichas ‎obras; aun cuando las mismas no estaban destinadas a ellos.‎

La literatura satisface, entre otras, las siguientes cuatro necesidades en los niños:‎

La primera: La necesidad de pertenecer
Todo niño necesita ser aceptado, sentirse orgulloso de su origen, ubicarse en su entorno social y ser partícipe ‎de su cultura. La literatura, provee los más diversos ejemplos de convivencia. Con ella se trasmiten ‎costumbres, tradiciones, creencias y valores que ayudan a la integración del niño con la sociedad, ambiente y ‎momento histórico que le ha tocado vivir.‎

La segunda: La necesidad de amar y de ser amadoPor ejemplo: Cuando el niño se identifica con el héroe de una obra, vive vicariamente y siente, al igual que ‎éste, la satisfacción de ser querido. Además de que gran parte de los cuentos y poemas que se les ofrece a los ‎niños gozan de la cualidad de la ternura, hablan del amor desinteresado, de la amistad y de la virtud de ‎compartir.‎

La tercera: La necesidad de desarrollar valores éticos
Lo niños se identifican con los personajes que representan las causas nobles. Viven vicariamente las ‎vicisitudes del (o de la) protagonista, que lucha con honestidad por sus principios y triunfa. Gozan al ver que ‎la valentía, la verdad, y la honestidad prevalecen. La literatura se convierte en ejemplos de lucha entre el bien ‎y el mal. Los personajes ejercen, en ésta, su libre albedrío y cada cual participa de las consecuencias de sus ‎acciones.‎

La cuarta: (pero no menos importante) La necesidad de adquirir conocimientos
El niño adquiere de los cuentos y poemas, que escucha o lee, un cúmulo de información y conocimientos ‎sobre la historia, la cultura y las ciencias, que enriquecen su vocabulario y estimulan su creatividad e ‎imaginación. Esto es así, porque la literatura infantil toca, de alguna forma, todas las áreas esenciales del ‎comportamiento humano.‎

La literatura para niños

Si examinamos las obras de literatura infantil, veremos que, las mismas, pueden puede ser clasificadas en tres ‎grupos principales: Las escritas por los propios niños, las escritas para los niños y las adoptadas por los niños.‎

De las tres clasificaciones mencionadas, la primera: -La obra escrita por los propios niños- es la que, con todo ‎rigor, podría clasificarse como literatura infantil. Los niños prefieren sus propios escritos, no empece, los ‎defectos de expresión o estilo que tengan, porque los mismos son una expresión de su intimidad. Y aunque ‎sus creaciones no deleiten a otras personas, ellos, se sienten deleitados y conmovidos con su obra.‎

La segunda clasificación: -La obra escrita para los niños- ha sido la que más amplia difusión ha logrado; ‎difusión motivada en gran parte, por intereses comerciales. Es en esta literatura donde el calificativo de
‎“infantil” debe ponderarse con mayor cuidado. En ésta el adulto se arroga el derecho de seleccionar lo que, él, ‎considera propio para los niños. En la mayoría de los casos, el adulto lo que hace es imponerles sus gustos y ‎prejuicios; o peor aún, ofrecerles un tipo de literatura que, según su criterio, tiene un propósito “educativo”. ‎Es decir, obras cuyo fin primordial es el didáctico. Sin embargo, la experiencia nos señala que los niños ‎aceptan, sin reservas, una obra cuando la disfrutan. El niño que disfruta de una obra, la vive. Se regocija con ‎la belleza contenida en la prosa de un buen cuento y se deleita con el ritmo, la rima y la musicalidad de los ‎poemas. Su fértil imaginación transforma la palabra, leída o escuchada, en magia evocadora de ensueños y de ‎sentimientos.‎

La tercera clasificación: -La obra adoptada por los niños- merece nuestra más profunda reflexión. El Conde de ‎Lucanor, Los viajes de Gulliver, Robinson Crusoe y los cuentos de Juan Bobo, entre otros, fueron creados ‎para un público adulto. No obstante, los niños los han hecho suyos. ¿Por qué? La explicación es, a nuestro ‎entender, sencilla: Los niños adoptan una obra, no dirigida a ellos, escrita por un adulto, cuando la misma los ‎conmueve y deleita. Conmover y deleitar, son, precisamente, las características esenciales de la literatura; ya ‎que la capacidad de deleitar y conmover es lo que convierte al texto en uno literario. Cuando el texto o ‎discurso nos ofrece información, pero, es incapaz de causarnos gozo estético y conmovernos, lo llamamos ‎LECTURA.‎

La Lectura es un excelente medio para informar, su discurso es más objetivo y su contenido apela a la lógica y ‎al razonamiento. Por otro lado, el lenguaje literario es uno subjetivo, ambivalente, cargado de sugerencias ‎dirigidas a la emoción y a lo afectivo. Si no tenemos clara la distinción, entre Literatura y Lectura, podemos ‎caer en el error de intentar sustituir la una por la otra. Cosa que, con demasiada frecuencia, ¡ocurre en los ‎actuales textos escolares!‎

No obstante, los textos de Lectura son, sin discusión alguna, instrumentos idóneos para trasmitir información. ‎Esto se hace patente en los libros de Historia, Ciencias y Matemáticas. Pero no justifica la sustitución de la ‎Literatura por la Lectura cuando de géneros literarios se trata. Son demasiado, los textos escolares en los que ‎se intenta sustituir el cuento por una prosa insípida y de sustituir la poesía por una burda versificación.‎

Breve historia de la literatura infantil chilena

Manuel Peña Muñoz.
Escritor.
Investigador literario.
Especialista en Literatura Infantil y Juvenil. ‎


En los últimos años, la literatura infantil chilena ha sido revalorizada. Continuamente hay conferencias y ferias ‎dedicadas al arte del buen libro para niños. Pareciera que los editores, maestros y padres han comprendido que es en ‎la infancia cuando se forma verdaderamente el gusto por la lectura y que es necesario divulgar entre los niños ‎aquellos libros que los formen espiritualmente, los cautiven por su fantasía y les enriquezcan su vida interior.‎

Los expertos han concordado en que los libros cultivan la sensibilidad del niño, fortalecen su individualidad, le ‎desarrollan la imaginación, la capacidad para soñar y viajar a otros mundos distantes, además de contribuir a su ‎perfeccionamiento idiomático. ‎

Curiosamente en un mundo tecnificado, los libros han vuelto a los hogares y cada vez más, las editoriales los ‎publican cuidando sus detalles y sus ilustraciones, conscientes de que ellas educan también al niño en su gusto ‎estético.‎
En Chile, el libro infantil se ha profesionalizado. Hoy se editan incluso con recomendaciones por edades y se ‎publican críticas sobre ellos. No las suficientes, pero al menos, es una señal de que hay un interés creciente de parte ‎de los profesionales del libro y de la educación.‎

Orígenes de la literatura infantil.‎

Nuestro país, a través de su historia, ha pensado en la infancia desde épocas remotas, cuando los indígenas - como en ‎todo el continente latinoamericano - contaban leyendas a sus hijos, transmitiéndoles una sabiduría ancestral de ‎generación en generación. Eran historias portentosas de las que da cuenta el cronista español Alonso de Ercilla ‎cuando escribe el poema épico La Araucana en el siglo XVI y describe sorprendido, a través de Cantos, la estrecha ‎relación que ve entre padres e hijos. Son los caciques quienes educan a los niños en el adiestramiento físico y en la ‎narración de mitos que posteriormente van a ser recogidos por los estudiosos del folklore - Yolando Pino, Ramón ‎Laval, Oreste Plath -formando un importante acervo de narraciones de origen mapuche, verdadera cantera para la ‎recreación de cuentos infantiles de origen vernáculo. ‎

No se le escapan de la mira los niños y jóvenes indígenas a los españoles. Advierten sus costumbres, sus juegos de ‎imitación de los animales - el pudú y el puma - y ven en ellos una extraordinaria capacidad física. Pronto, con la ‎difusión del idioma castellano y de la religión que viene del Imperio, los niños criollos participan en obras de teatro ‎realizadas en el interior de los internados católicos.‎
Teatro y folklore infantil.‎

A mediados del siglo XVII existía en Santiago el colegio jesuíta Convictorio Carolino donde los sacerdotes ‎realizaban con niños y jóvenes una serie de obras inspiradas en pasajes bíblicos, misterios y autosacramentales. En el ‎año 1663 representan una de estas obras en la que toman parte escolares. El historiador José Toribio Medina sostiene ‎que la primera obra de teatro escrita en territorio chileno fue un sainete campesino en el que tomaban parte ‎estudiantes. Más tarde, en el año 1792, se tiene noticia de la publicación de la obrita El coloquio de la Concepción ‎cuyo protagonista era un estudiante.‎

Junto con las representaciones escolares de carácter religioso o patriótico, se difunden los juegos que siempre tienen ‎un sentido teatral. A los niños les gusta y pronto aprenden aquellas rondas, rimas, juegos de cordel, adivinanzas, ‎trabalenguas y juegos de prenda que provienen de España pero que en nuestro suelo se folklorizan y adquieren carta ‎ciudadanía propia tiñéndose del aroma de nuestros campos: perfume de albahaca, de menta, de yerbaluisa y de ‎cedrón. Las madres arrullan a los niños con aquellas inefables canciones de cuna que son las primeras ‎manifestaciones poéticas que escucha el niño:‎

Duérmete, guagüita
duérmete, por Dios
por los capachitos
de San Juan de Dios.‎

Enseguida vienen las primeras oraciones, los villancicos, el Corre l 'anillo, caballo tordillo y los cuentos de brasero ‎aromados a carbón de espino que se inician con aquellos versos decisivos como un conjuro:‎

Para saber y cantar y contar para saber
estera y esteritas para secar peritas
estera y esterones para secar orejones
No le echo más matutines pa' dejarlos pa' los fines
ni se los dejo de echar porque de todo ha de llevar
Pan y queso pa' los tontos lesos
pan y vino pa' los paires Capuchinos
pan y pan pa' las monjas de San Juan
pan y afrecho pa' los burros de Ño Jecho
pan y cebá pa' los que no saben ná. ‎
‎ Estera una vez...‎

Desde luego que las tradiciones populares infantiles se mezclan con las culturas antiguas, de manera que no hay que ‎sorprenderse cuando oímos de norte a sur del país, un juego de pañuelo de origen quechua: ‎
Corre corre la huaraca
el que mira para atrás
se le pega en la pelá.‎

El pañuelo lleva un nudo porque simula una trenza que es lo que en lengua indígena quiere decir huaraka o waraka..‎

Los estudiosos recopilan cuentos de nunca acabar y fray Félix José Augusta recoge los primeros Cuentos Araucanos ‎de labios de los indígenas, consciente de que allí hay una verdadera mina literaria para entregar a las nuevas ‎generaciones.‎
Cartillas, catones y silabarios.‎

Los españoles tienen afán de educar a la infancia y es así que traen a nuestro país las cartillas y catones para enseñar a ‎leer. El Hospicio de Nuestra Señora de Atocha de los Huérfanos de la Ciudad Capital del Virreinato del Perú gozaba ‎de privilegio de venta de las cartillas destinadas a enseñar a leer por el sistema del deletreo y las combinaciones ‎silábicas. Estas cartillas se difundieron en toda la América española entre los siglos XVI y XVII. Los catones, a su ‎vez, eran los primeros libros de lectura con oraciones, trozos morales y pequeñas biografías de santos adaptadas a los ‎niños. Sólo en el siglo XVIII, al aumentar la población y aparecer asegurada su estabilidad, comienza a apreciarse ‎una mayor demanda de lectura. ‎

Se desarrollaron las bibliotecas particulares de las órdenes religiosas y de algunas corporaciones. Lógicamente estas ‎bibliotecas contenían libros para la infancia de carácter educativo que se importaban de España como el Discurso ‎sobre la Educación Popular de Pedro Rodríguez de Campomanes que fue recomendado por el secretario del Tribunal ‎del Consulado, Anselmo de la Cruz, como libro de lectura obligatorio para las escuelas del país.‎

Lógicamente las cosas van a cambiar durante la Independencia después de que en 1812 surge la primera imprenta en ‎la que se editó el primer periódico nacional La Aurora deChile. Este hecho singular fue decisivo para la ‎autodeterminación de lo que el país verdaderamente necesitaba. Fue así que en 1821 aparece el primer libro para ‎niños editado en Chile que fue la Cartilla del Padre Zárate de Fray Pedro Nolasco Zárate de la Orden de San ‎Francisco. Con posterioridad vinieron otros libros de lectura, silabarios y métodos para enseñar a leer como el famoso ‎Silabario del Ojo (1884) de Claudio Matte, hasta que con el cambio de siglo comienza una preocupación por las ‎lecturas verdaderamente recreativas de la infancia.‎

"El Peneca" y otras revistas chilenas.‎

En 1908 don Emilio Vaisse funda en Santiago la revista El Peneca dirigida por muchas décadas por Elvira Santa ‎Cruz Ossa (Roxanne), (1886-1960) una mujer extraordinaria que dio alas para la fantasía a muchas generaciones de ‎niños no solamente de Chile, sino de toda Latinoamérica, ya que la revista circulaba por todos los países de nuestro ‎continente llevando el milagro de la palabra bien escrita.

El Peneca contenía fábulas, cuentos chilenos, poesías, narraciones tomadas del folklore latinoamericano y cuentos ‎clásicos ilustrados por Coré, Mario Silva Ossa, un gran artista que dibujaba sugerentes portadas a todo color y que ‎formó la sensibilidad artística de muchas generaciones, hasta su muerte acaecida en 1950. ‎
El Peneca fue un suceso sin precedentes ya que circuló ininterrumpidamente desde su fundación hasta 1960, ‎manteniendo siempre la calidad artística y literaria. El tiraje era extraordinario, ya que se editaban 240.000 ejemplares ‎semanales que se distribuían a toda América Latina, llevando a muchos hogares las aventuras de Quintín el ‎aventurero, Papa Rucha y su hijo Mote, El Capitán Luna y tantas otras. Simultáneamente Chile tuvo algunas revistas ‎importantes, entre ellas El Cabrito, Simbad, Aladino, Mamita y muchas otras que desaparecieron cuando en los años ‎‎60 hizo irrupción en nuestro país una verdadera avalancha de revistas de historietas norteamericanas de Walt Disney ‎‎(El Ratón Mickey, el Pato Donald) y Walter Lantz (El Pájaro Loco), entre otros, traducidas en México, lo que ‎significó una notable pérdida de nuestra identidad cultural.‎

Los precursores.‎

Blanca Santa Cruz Ossa, hermana de la directora de El Peneca se destacó también difundiendo entre los niños ‎chilenos la cuentística universal en hermosos libros que se han reeditado en Editorial Zig Zag, entre los que ‎sobresalen Cuentos Chilenos y Cuentos Araucanos. En este último encontramos una versión mapuche de La ‎Cenicienta protagonizada por la bella Antú y Longopanqui, el hijo del gran toqui. Aquí, la muchacha desea asistir al ‎gran Nguillatún o ceremonia indígena de invocación de los dioses y le pide a una varillita que ya ha echado brotes ‎que le conceda sus deseos. Después de las danzas rituales, el joven enamorado la busca de ruca en ruca...Las ‎alusiones a elementos propios de la cultura araucana nos emocionan fuertemente: los golpes del kultrún, la sonora ‎trutruca, los silbidos de la pifilca, la muchacha vestida con chamal y adornos de plata... ‎

Luego se destaca Henriette Morvan, quien, a fines de la década del 30, firmaba con un delicioso pseudónimo: Damita ‎Duende. Ella también llevó la magia de la palabra a tantos niños que se deleitaron leyendo Doce cuentos de príncipes ‎y reyes (1938), Doce cuentos de hadas (1938) y tantos otros. Igualmente Ester Cossani escribió en esta época ‎Leyendas de la quena de inspiración quechua y Las Desventuras de Andrajo (1942) que es su obra más ‎representativa.‎

De este tiempo son los Cuentos de mi tío Ventura (1930) de Ernesto Montenegro ambientados en San Felipe, muy ‎bien escritos y con el sabor de la tierra campesina. Es una época en que se valoriza mucho el folklore y por eso, Marta ‎Brunet escribe sus famosos Cuentos para Marisol (1938) ambientados en la región del río Maule con sus torcazas, ‎chincoles y pataguas. El libro va dedicado "a los niños de Chile estas historias nutridas de la tierra nuestra que han ‎hecho para ellos dos mujeres que los aman tiernamente". (Se refiere a la ilustradora María Valencia). De este ‎hermoso conjunto sigue siendo vigente por su poesía, originalidad , modelo de síntesis y profundidad de contenido el ‎cuento Por qué la loica tiene el pecho colorado, un clásico de la literaturainfantil chilena.‎

Otra narradora inspirada en la cuentística de la tradición popular es Carmen de Alonso, creadora de Medallones de ‎Sol (1956), Medallones de Luna (1956) y Cantaritos (1958). Todos sus libros tienen un estilo poético y demuestran ‎conocimiento en el arte de narrar cuentos. Igualmente hay que mencionar a Maité Allamand (1911) con Alamito el ‎largo (1950) la historia de un árbol soñador e inquieto en las riberas del río Maule.‎

La poesía de Gabriela Mistral.‎

Gran conocedora de la infancia y preocupada de la condición social, la maestra rural que fue Lucila Godoy Alcayaga ‎escribió poemas para la infancia desvalida bajo el pseudónimo Gabriela Mistral, nombre de arcángel y apellido de ‎viento. ‎
Nacida en Montegrande en el valle del Elqui - tierra de vendimiadores y pastores a la que volvió siempre como se ‎vuelve a la patria de la niñez - Gabriela Mistral (1889 - 1957) escribió páginas notables inspiradas en el genuino ‎folklore latinoamericano.‎

Gustó principalmente de la ronda, el romance y la canción de cuna. Colaboró con los grandes educadores reformistas ‎de latinoaméricana, principalmente con Vasconcelos en México, país que la acogió y la valoró desde sus inicios. Allí ‎escribió sus Lecturas para Mujeres y numerosos poemas infantiles:‎

Una niña que era inválida
dijo ¿cómo danzo yo:
Le dijimos que pusiera
a danzar su corazón.‎

En un país donde el niño es pobre y sin educación, escribe Los Derechos del Niño y reivindica su lugar en la ‎sociedad: "El niño debe tener derecho a lo mejor de la tradición, a la flor de la tradición, que en los pueblos ‎occidentales, a mi juicio, es el cristianismo".‎

La maternidad, el americanismo y el indigenismo fueron sus temas señeros, pero fundamentalmente el niño le ‎preocupó siempre. En la actualidad, Gabriela Mistral está muy valorada en Chile a raíz de los cincuenta años de ‎otorgársele el Premio Nobel en 1945. Roque Esteban Scarpa ha compilado sus valiosímos artículos y ensayos - ‎Gabriela anda por el mundo (1978), Magisterio y Niño (1979) - en tanto que el poeta Jaime Quezada ha publicado ‎entre otros Poesía y Prosa y Los Motivos de San Francisco que contienen páginas bellísimas para la niños de Chile y ‎Latinoamérica.‎

Otros poetas destacados que han sido precursores en el arte de escribir bellos poemas para la infancia han sido Max ‎Jara, Juan Guzmán Cruchaga, Andrés Sabella, Lucía Condal, Oscar Jara Azócar, Robinson Saavedra, Oscar Castro, ‎Efraín Barquero, Miguel Arteche, Miguel Moreno Monroy y Floridor Pérez, continuamente reeditados en antologías ‎de poesía infantil.‎

Hernán del Solar, Tío Cuenta Sueños.

Como Gabriela Mistral, Marta Brunet y Marcela Paz, Hernán del Solar (1901-1986) también obtuvo el Premio ‎Nacional de Literatura (1968) por su obra dedicada a la infancia. Poeta, soñador, gran conocedor de la literatura ‎universal, principalmente inglesa, Hernán del Solar quería formar una generación de jóvenes lectores a través de sus ‎libros de imaginación fantástica y detectivesca. Era un hombre concentrado que le gustaba contarle cuentos a su ‎único hijo Emilio, actualmente radicado en Paris. A raíz de ello, el poeta Andrés Sabella lo bautizó "Tío Cuenta ‎Sueños". Tal vez, en el recuerdo del escritor estaba presente la institutriz peruana que le contaba cuentos siendo niño. ‎Aquellas historias fabulosas exacervaban su imaginación y predisponían su espíritu hacia la ensoñación fantástica. ‎Así nació Kimbo, el mentiroso, su primer cuento. Más tarde, en 1946, funda Rapa Nui, la primera editorial en Chile ‎exclusivamente dedicada a los libros para niños. A partir de esa fecha hasta 1951 aparecieron 60 hermosos ‎volúmenes, muy bien editados, en su mayoría escritos por Hernán del Solar e ilustrados por los artistas de la época: ‎Coré, Darío Carmona, Elena Poirier y Yola, la ilustradora de Papelucho clásico.‎

Los títulos más representativos de Hernán del Solar son La Niña de Piedra, Memorias de una Sirena, Las aventuras ‎de Totora, La Porota y Cuando el viento desapareció, entre muchos otros. Este autor se escondía siempre bajo ‎originalísimos pseudónimos como Bat Palmer, Ricardo Chevalier, Walter Grandson y muchos otros. Su editorial ‎publicó la primera edición de Cocorí del costarricense Joaquín Gutiérrez, ganador del Premio Rapa Nui 1947, ‎considerado un clásico de la literatura infantil de América Latina.‎

Marcela Paz y "Papelucho".

He aquí la obra más representativa de la literatura infantil chilena. La escribió Marcela Paz (1902-1985) pseudónimo ‎de Esther Hunneus de Claro quien inició la serie de este niño típico de la clase media chilena que se expresa a través ‎de un diario de vida con naturalidad y gran sentido del humor. La idea le nació a la autora cuando antes de casarse, su ‎novio le regaló una agenda con una página amplia para cada día. Así, empezó a escribir Papelucho (1947) al que le ‎siguieron Papelucho casi huérfano, Papelucho en la clínica, Papelucho historiador y muchos otros que han hecho la ‎alegría de muchos niños chilenos hasta el día de hoy que continúa entreteniendo a los de la generación de los ‎computadores. ‎

El estilo rápido y conciso atrapa de inmediato y pese al medio siglo transcurrido, Papelucho sigue conservando su ‎frescura y su gracia inmediata y contagiante: "Pero mientras mi mamá hablaba, se había descolgado una araña del ‎techo y trabajaba derechito por su propio hilo pataleando sulfurosa. No sé por qué la dirigí telescópicamente a la ‎cabeza de la tía Lala que era una verdadera torta de pelos brillantes". La obra de Marcela Paz ha merecido ‎muchísimas distinciones internacionales, además de estar traducida a muchos idiomas.‎

Nuevas tendencias en la literatura infantil y juvenil.‎

En 1964 Marcela Paz crea, a iniciativa de la escritora española Carmen Bravo-Villasante, la sección chilena de IBBY, ‎que en la actualidad agrupa a los principales escritores cuyas obras literarias están dirigidas a la infancia. La misión ‎de esta organizacion - dirigida en la actualidad (2003) por el escritor Víctor Carvajal - es promover los libros ‎infantiles de calidad literaria, participar como jurado en certámenes literarios, dictar charlas y seminarios de literatura ‎infantil, realizar visitas a colegios y difundir reseñas críticas y artículos especializados a maestros y bibliotecarios en ‎la revista Colibrí.

Se destaca fundamentalmente por su larga trayectoria Alicia Morel (1921), una de las voces más conocidas y ‎originales de nuestra literatura para niños. Uno de sus principales libros es La Hormiguita Cantora y El Duende ‎Melodía (1956) que contiene diversos cuentos en los que predomina un tono poético y una narrativa simple de ‎personajes claros y diálogos concisos y armoniosos. Luego vienen Cuentos de la Pícara Polita (1973), El increíble ‎mundo de Llanca (1977), Perico trepa por Chile (1978) (junto a Marcela Paz), Polita va a la escuela (1985), Viaje de ‎los duendes al otro lado del mundo (1988), El árbol de los cielos (1990), Polita aprende el mundo (1991), La Hoja ‎Viajera (1991), Una aguja y un dedal (1992), Cuentos de la lluvia (1993), La Edad del Sueño (1996) y muchos otros ‎en los que predomina siempre el sentido poético, el humor y la fantasía, unidos a una rica cultura literaria.

Su experiencia con teatro infantil la ha llevado a escribir numerosas obras para títeres y también para ser ‎representadas por niños. Su obra más relevante es Cuentos Araucanos, la Gente de la Tierra (1983), inspirada en ‎mitos mapuches, en la que recrea antiguas narraciones de origen indígena como la Leyenda de las Lamparitas y ‎Cuando el sol y la luna olvidaron la tierra. Por su simpatía y su llegada natural, esta hada-niña es en la actualidad ‎una de las escritoras más leída por los niños chilenos. Su experiencia en el teatro infantil la ha llevado a escribir ‎también numerosas obras para títeres y para ser representadas por niños.‎

Siempre en la línea de la recreación de cuentos folklóricos se destaca María Silva Ossa, hermana de Coré, el ‎ilustrador de El Peneca. Esta autora ha escrito El hombre cabeza de nieve (1966), Perejil Piedra (1975), Aventuras de ‎tres pelos (1975) y recientemente Las calzas del brujo (1993) con la rica imaginería poética del cuento tradicional.‎

Una autora dedicada a la literatura infantil es la periodista y escritora Lucía Gevert, directora de Colibrí, impulsora ‎del grupo IBBY y autora de numerosos libros en los que se refleja su interés por defender la naturaleza, la ecología y ‎los mitos indígenas. Entre sus obras se mencionan El Puma (1969), El Mundo de Amado (1991) sobre tradiciones y ‎leyendas onas; Aguas oscuras (1992) y Aventuras del Profesor Zavedruz (1993) que tiene un fondo científico. ‎Recientemente ha destacado con el libro Lo cuenta el cono sur, (1997) conjunto de relatos inspirados en mitos ‎indígenas sudamericanos.‎

Dentro de los autores más modernos hay que destacar a Víctor Carvajal (1944), en la corriente del realismo social. ‎Este escritor se inició con la obra Cuentatrapos, Premio El Barco de Vapor 1984, uno de los premios más importantes ‎que se conceden en España convocado por la Fundación Santa María y Ediciones S.M. Madrid. La obra reúne un ‎conjunto de cuentos ambientados en poblaciones de Santiago, protagonizadas por niños marginales. Le sigue ‎Chipana (1986) basada en la venta indiscriminada a Estados Unidos de llamas, alpacas y vicuñas por parte de un ‎pueblecito del norte de Chile. Sin saberlo, un niño pastor de apellido Chipana es un ecólogo al salvar su manada y ‎esconderla en el valle. Este libro, de inspiración ecológica conjuga una serie de leyendas, saberes populares y ‎elementos míticos de este pueblo nortino. ‎
Luego vienen Fray Andrés, otra vez (1989) basada en una creencia religiosa de una iglesia santiaguina y ‎Sakanusoyin, el cazador de Tierra del Fuego (1990), basada en la vida de un grupo de muchachos de la tribu de ‎indios yaganes, raza indígena desaparecida en el extremo sur de Chile, en un intento de reconstitución de un mundo ‎cultural perdido. Con esta obra el autor obtuvo el Premio de Literatura Infantil del Consejo del Libro y la Lectura ‎‎1995.‎

Otro libro suyo es Como un salto de campana (1992) que narra la historia de un niño, hijo de padres chilenos, pero ‎nacido en Alemania en la década del 70, que decide viajar a Chile a conocer a su abuelo materno a la isla de Chiloé. ‎El libro mezcla la rica mitología chilota con los saberes germanos que trae el niño educado en un mundo europeo. ‎Estos libros inspirados en la realidad se prestan mucho como base para el diálogo con los niños y jóvenes. ‎

De reciente aparición es Mamire, el último niño (1996) que describe la vida de un niño en el norte de Chile, al interior ‎de Iquique, donde la vida se extingue y los habitantes han emigrado. En la escuela es el único alumno y en el pueblo, ‎el único niño. Surge la alternativa: emigrar como todos o valorizar la riqueza de sus raíces. Con este libro, el autor ha ‎obtenido por segunda vez consecutiva el Premio de Literatura Infantil del Consejo del Libro y la Lectura 1997. ‎

Victor Carvajal promueve la literatura infantil a través de diversos programas de animación a la lectura con ‎profesores de todo Chile. Dirige además la librería "Sol y Luna", la única en Santiago de Chile dedicada ‎exclusivamente a la difusión del libro infantil y juvenil de calidad.‎

Dentro de la corriente psicológica se destaca Cecilia Beuchat con sus libros Cuentos con algo de mermelada ‎‎(1987), Cuentos con olor a fruta (1989) y Cuentos de perros, gatos y canarios (1993), protagonizados por niños de la ‎clase media santiaguina que sufren por alguna causa y ven solucionados sus problemas gracias a la ayuda del afecto y ‎la comprensión. En estos cuentos no hay hadas madrinas, pero la transformación se logra gracias al calor humano. La ‎autora nos dice que muchas veces un buen consejo viene a equivaler a las palabras mágicas de los cuentos ‎tradicionales.‎

De reciente aparición es Cuentos de otros lugares de la tierra (1998) junto a Carolina Valdivieso. Se trata de un ‎hermoso libro de gran formato y con bellas ilustraciones. Para la preparación de esta cuidada antología las autoras ‎seleccionaron y tradujeron un conjunto de doce cuentos de diversos puntos del globo terráqueo con el fin de brindar a ‎los niños hermosas narraciones enmarcadas en distintas culturas. De este modo, el niño lector conoce un espectro ‎muy amplio de formas de vida - de Africa, Jamaica o Nueva Zelandia - a la vez que se recrea en unas historias cuyas ‎traducciones han respetado cuidadosamente la idiosincrasia de cada pueblo, sus tradiciones, vestimentas, usos y ‎costumbres. El libro se inscribe en la tendencia actual de la literatura infantil y juvenil pretende integrar a los niños ‎del mundo en una visión multicultural y multiracial con el propósito de lograr una mayor comprensión y ‎comunicación entre los pueblos. Otro libro para niños de Cecilia Beuchat es Corazón de alcachofa (2003) publicado ‎en editorial Alfaguara.‎

Autora de gran sensibilidad poética y don de la fantasía es Jacqueline Balcells (1944) que se inició escribiendo ‎cuentos en Francia y que a partir de 1986 con El niño que se fue en un árbol escribe en Chile una serie de libros ‎dotados de brillante imaginación y naturales condiciones para el género. Sus títulos más relevantes son El ‎archipiélago de las puntuadas (1987), El polizón de la Santa María (1988), La Hacedora de Claros y otros sueños ‎‎(1988), El País del Agua (1991), Cuentos de los reinos inquietos (1993) y Siete cuentos rápidos y cinco no tanto ‎‎(1993). La prosa limpia de Jacqueline Balcells la ha hecho acreedora de diversas distinciones, entre ellas del Trofeo ‎Bonnemine D´Or en 1922 por Leo contra Lea de la Colección J´aime Lire Bayard Presse, otorgado al cuento que ‎tiene mayor éxito entre los jóvenes.

Con la escritora Ana María Güiraldes ha escrito una profusa obra para niños y jóvenes. Como si tocasen piano a ‎cuatro manos, estas autoras escriben "a dúo" numerosos libros tocados por la magia y el asombro. Son libros de ‎ciencia ficción como Aventura en las Estrellas (1987), Misión Alfa Centauro (1988), La Rebelión de los Robots ‎‎(1989); de corte histórico como la serie Un día en la vida de...y Cuentos secretos de la historia de Chile (1992); de ‎corte policial como Trece casos misteriosos (1990), Querido Fantasma (1992) y recientemente de tipo detectivesco ‎protagonizados por la adolescente Emilia, entre ellos Emilia en Quintay (1996) y Emilia y la Dama Negra (1997). ‎

Ana María Guiraldes es autora de una serie de libros en los que predomina un don para la narrativa y un exacervado ‎sentido para jugar con las palabras, especialmente notable en los libros para los niños más pequeños, en los que ‎aparecen rimas lúdicas y onomatopeyas. Su primer libro es Ratita Marita; La lombriz resfiada (1985). Luego vienen ‎otros libros ilustrados por su hermano Ricardo Güiraldes que ha hecho carrera en Inglaterra. Se destacan Animales, ‎animalitos y animalotes (1987), El mono buenmozo y otros cuentos (1987), La pata patana y otros cuentos (1990), ‎Mariano Isla (1990), los cuentos La dotorcita, Bonifacio, Eufrasio y Nicasio, La vigía del campo, Giralunasoles ‎‎(1993) y recientemente una serie de novelas para jóvenes en las que predomina la capacidad para fabular entre la ‎fantasía y la leyenda. Son ellas Un embrujo de cinco siglos (Lista de Honor del IBBY 1992), El castillo negro en el ‎desierto (1992) y El violinista de los brazos largos (1994). Ana María Güiraldes obtuvo el Premio Municipal de ‎Literatura 1983 con su obra El Nudo Movedizo.‎

También se destaca Saúl Schkolnik (1929), autor de una prolífica obra para niños. Este autor se inicia en el campo ‎literario con Un cazador de cuentos (1979) ganador del Concurso Latinoamericano de Literatura Infantil convocado ‎por la UNESCO en Colombia. Luego publica muchos libros, entre los que se destacan Cuentos para adolescentes ‎románticos (1979), Erase una vez un hermoso planeta llamado tierra (1979), Colorín, colorado, ovulito fecundado ‎‎(1981), Cuentos de Tío Juan, el zorro culpeo (1982), Breve noticia de mi infancia (1984), La Historia de Fog, un ‎sapo como cualquier otro (1985), Se necesita un rayo de sol (1986), José Hombre (1986), Cazando fantasía (1986), ‎Antai, la historia del príncipe de los Licanantai (1986), Cuentos ecológicos (1993), Cuentos de los Derechos del ‎Niño (1993). En su propia editorial Alicanto ha pulicado más de un centenar de libros de cuentos que él mismo va ‎animando en sus continuas visitas a colegios, entre ellos se destacan La flor de Bartreus, Antonio y el ladrón, Tres ‎burros más cinco manzanas y muchos otros. Sus libros tienen tres variantes, una de divulgación científica y ‎ecológica, otra de pura invención fantástica y otra de recreación de mitos orales chilenos o latinoamericanos. En este ‎sentido sobresale Tres príncipes (1993) ambientado en la cultura indígena del norte de Chile. Su último libro es ‎Cuentos con pulgas (1997).‎

Se destaca también Manuel Gallegos, autor de diversas obras de teatro infantil, entre ellas Las aventuras del señor ‎don Gato (1980), Tres obras para Navidad (1987), Mamoe Uri, Mamoe Tea (1989), que en lengua pascuense quiere ‎decir "Cordero Blanco, Cordero Negro"; La sorprendente historia de los niños picunches (1992), Encuentro en Tritón ‎‎(1994) y muchas otras. Recientemente este dramaturgo ha incursionado en la narrativa. Entre sus cuentos se ‎mencionan La prisión de la garza (1992), Ayun Ul (1992), que en lengua mapudungún quiere decir "El canto del ‎amor". En los últimos años ha publicado la novela Travesía Infernal (1997) en la que relata las peripecias de la goleta ‎Ancud en la posesión del estrecho de Magallanes. Sobresaliente es su conjunto de cuentos ecológicos sobre los ‎árboles de Chle titulado Cuentos para no cortar (1998).‎
Una autora destacada es María Eugenia Coeymans, autora de Alas doradas (1986), La Ovejita (1987), El caracol sin ‎casa (1988), El reino de los aurus (1988), El secreto de la caja blanca (1991) y muchos otros "cuentos para ‎conversar" en los que desea reforzar afectivamente la psicología del niño. ‎

Otra escritora es Elena Aldunate, autora de una serie de ciencia ficción protagonizada por un misterioso ser ‎intergaláctico llamado Ur y diversas adolescentes. Estos libros publicados por Editorial Universitaria son: Ur y ‎Macarena, Ur y Alejandra, Ur y Almendra, Ur e Isidora. ‎

Otro escritor de libros para niños e investigador de la literatura infantil es Manuel Peña Muñoz, autor de estas líneas. ‎Escritor, crítico e investigador literario nacido en Valparaíso, Chile, en 1951. Profesor de Castellano y Doctor en ‎Filología Hispánica. Cursó estudios de especialización en literatura infantil en España bajo la dirección de Carmen ‎Bravo-Villasante. Ha publicado los siguientes libros de narrativa: Por qué el mar es salado (1983), El Niño del ‎Pasaje (1989), Premio del Círculo de Críticos de Arte de Valparaíso 1989; María Carlota y Millaqueo (1991), El ‎juguete del príncipe (1993), Por qué lloran los sauces, Colombia (1994) ; El collar de perlas negras (1994), Un ‎ángel me sopló al oído, Colombia (1995) y Dorada Locura (2000). Relatos suyos han sido incluidos en las antologías ‎Cuentos cortos de la tierra larga (1980), Cuentos de príncipes, garzas y manzanas (1991), Cuentos del fin del mundo ‎‎(1992) y en el volumen Cuentos de esto y de lo otro (1993) publicado por la UNESCO. En el campo de la crónica ha ‎publicado Ayer soñé con Valparaíso (1999), Memorial de la Tierra Larga (2001) y Los cafés literarios en Chile ‎‎(2002)‎

En los últimos años se ha destacado Mauricio Paredes con sus libros La Cama de Bartolo (2001) y Yo me amo ‎‎(2003) publicados en Alfaguara. Son libros que han logrado conectar con la sensibilidad de los niños a través de un ‎lenguaje llano y humorístico.‎

Por su parte María de la Luz Uribe se afincó en España con su esposo, el ilustrador Fernando Krahm y ambos ‎publicaron hermosos libros para niños en España y Chile, entre los que se destacan La señorita Amelia (1983) ‎‎(Premio Apelles Mestres, Barcelona) y Cuentecillos con mote (1987) inspirado en la nostalgia de las cosas chilenas. ‎Lamentablemente esta escritora que desde Sitges pensó a los niños de Chile, falleció en 1993, dejando un hermosa ‎herencia literaria para las futuras generaciones. ‎

Los ilustradores merecen mención aparte. Hay algunos de real jerarquía, entre ellos Marta Carrasco, Andrés Jullian, ‎Tomás Gerber, Carlos Rojas Mafioletti, Eduardo Osorio, Antonio Castell, Paloma Valdivia, Alberto Montt, Raquel ‎Echeñique y muchos otros. Se destaca Beatriz Concha - hija de la conocida escritora Esther Cosssani -que es también ‎autora de libros, entre ellos El país de las ausencias (1994) y Rosita Sombrero (1995) con el que obtuvo el Segundo ‎Premio de Literatura Infantil del Consejo del Libro y la Lectura 1997. En la actualidad reside en Paris donde ‎desarrolla su arte creativo en el campo de la ilustración artística. ‎

Los autores premiados fueron Victor Carvajal por Sakanusoyin en novela; Saúl Schkolnik por El cazador de cuentos ‎y Héctor Hidalgo por Los Gatos de Venecia, premio compartido, mención cuento; y María de la Luz Uribe por ‎Cuentecillos con mote en poesía. Este premio se volvió a convocar en los géneros de cuento, novela y poesía ‎publicados en los años 1995-1996, obteniéndolo Victor Carvajal por Mamire, el Ultimo Niño y Beatriz Concha por ‎Rosita Sombrero.‎


En: http://www.lecturaviva.cl/articulos/brevehistoria.html

La Literatura Infantil ‎

Literatura infantil, término que engloba diferentes géneros literarios: ficción, poesía, biografía, historia y otras ‎manifestaciones literarias, como fábulas, adivinanzas, leyendas, poemas y cuentos de hadas y tradicionales de ‎transmisión oral. ‎
La literatura infantil apareció como forma o género independiente de la literatura en la segunda mitad del ‎siglo XVIII y se ha desarrollado de forma espectacular en el siglo XX.‎

Edad media y renacimiento. Inicios del libro y didactismo

En esta época eran pocos los adultos y niños que tenían acceso a los libros y la lectura. Leer era un privilegio. ‎La cultura se hallaba recluida en palacios y monasterios, y los pocos libros a los que se tenía acceso estaban ‎marcados por un gran didactismo que pretendía inculcar buenas costumbres y creencias religiosas. Es de ‎suponer que en esta época los niños oirían con gusto poesías, cuentos y cuentos tradicionales que no estaban, ‎en principio, pensados para el público infantil.‎
En un estadio tan primitivo de la literatura no es de extrañar que niños y adultos escucharan las mismas cosas ‎y tuvieran las mismas lecturas, como las Cantigas de Alfonso X el Sabio (1252-1284), o un siglo más tarde El ‎Conde Lucanor o Libro de Patronio (1335), del infante don Juan Manuel, colección de cincuenta apólogos ‎dirigida a niños y adultos. Este mismo autor escribió el Libro de los estados o libro del infante, también de ‎tipo didáctico. Los escasos libros para niños que existían en esta época eran abecedarios, silabarios, bestiarios ‎o catones (los libros llenos de sentencias que seguían a los abecedarios) que contenían normas de ‎comportamiento social y religioso.‎
La influencia del mundo antiguo oriental dominó gran parte de la edad media. Ramón Llull (1232-1316) ‎compuso el Llibre de les besties, y, pensando en los niños, un Ars puerilis dedicado a la educación de la ‎infancia.‎
Como una muestra más de la preocupación por lo pedagógico y la intención moral que dominaba en esta ‎época, se pueden citar los Proverbios del marqués de Santillana que escribió por encargo del rey Juan II para ‎su hijo.‎
La invención de la imprenta puso en manos de los niños libros que hasta ese momento sólo se conocían por ‎versiones orales. Uno de los primeros que se editó en España fue el Isopete historiado, en el año 1489. Se ‎trataba de una traducción al castellano de las fábulas de Esopo, con grabados en madera. En la misma ‎imprenta, la de Juan Hurus en Zaragoza, se editó en 1493 una versión del Calila e Dimna, el Exemplario ‎contra los engaños y peligros del mundo, que avisa en su prólogo que se trata de un libro tanto para adultos ‎como para los niños.‎
Numerosas cartillas y abecedarios debieron de imprimirse en esta época, así como adaptaciones de los libros ‎sagrados, como el Antiguo Testamento para los niños, de Hans Holbein (1549).‎

Siglos XVII y XVIII. Comienza la fantasía

El descubrimiento del mundo antiguo sacó a la luz numerosas fábulas de la Antigüedad, y junto a ‎
traducciones de Esopo aparecieron nuevos creadores: en España, Sebastián Mey, Fabulario de cuentos ‎antiguos y nuevos (1613), que reúne una colección de 57 fábulas y cuentos que terminan con un dístico ‎moralizador, y en Francia, Jean de la Fontaine, autor de las Fábulas (1688).‎
En Alemania se edita en 1658 el Orbis Sensualium Pictus, del monje y pedagogo Comenio. Este libro en ‎imágenes se considera revolucionario dentro de la literatura infantil. Se publicó en cuatro idiomas, latín, ‎alemán, italiano y francés y cada palabra llevaba su correspondiente dibujo. Se trata de un libro de concepción ‎muy moderna que defiende la coeducación y el jardín de infancia.‎

Charles Perrault (1628-1703) publicó en Francia sus Cuentos del pasado (1697), en los que reúne algunos ‎relatos populares franceses. Estos cuentos, que subtitula Cuentos de mamá Oca, recogen relatos populares ‎franceses y también la tradición de leyendas célticas y narraciones italianas: Piel de asno, Pulgarcito, El ‎gato con botas, La Cenicienta y Caperucita Roja aparecen en esta obra y al final de cada uno añade una ‎moraleja. Con estos cuentos maravillosos Perrault introdujo y consagró “el mundo de las hadas” en la ‎literatura infantil. Siguiendo las huellas de Perrault, Madame D’Aulnoy (1650-1705) escribió cuentos como ‎El pájaro azul o El príncipe jabalí. Madame Leprince de Beaumont (1711-1780) escribió más tarde El ‎almacén de los niños (1757), un volumen con diversos contenidos en el que se incluye una de las narraciones ‎más hermosas de la literatura fantástica, La bella y la bestia.‎
Pero las narraciones que realmente triunfaron en toda Europa fueron las de Las mil y una noches, que se ‎tradujeron al francés en once tomos entre 1704 y 1717. En 1745, John Newbery abrió en Londres la primera ‎librería y editorial para niños, La Biblia y el Sol, y editaron gran número de obras. ‎
En 1751 lanzó la primera revista infantil del mundo: The Lilliputian Magazine. En España, la primera revista ‎infantil se publicó en 1798: La Gaceta de los Niños. En Inglaterra aparecieron dos libros de gran ‎trascendencia: el Robinson Crusoe (1719) de Daniel Defoe (1679-1731) y Los viajes de Gulliver (1726), de ‎Jonathan Swift (1667-1745). La intensa actividad intelectual del siglo XVIII benefició también al niño, ya ‎que a partir de este momento, y gracias al pensador francés Jean-Jacques Rousseau, se dejó bien claro en ‎su Emilio (1762) que la mente de un niño no es como la de un adulto en miniatura, sino que debe ser ‎considerada según características propias.‎
Los filósofos y pensadores de la época comenzaron a considerar que el niño necesitaba su propia literatura, ‎por supuesto con fines didácticos, y en España Tomás de Iriarte (1750-1791) escribió unas Fábulas ‎literarias (1782) por encargo del ministro Floridablanca, y Félix Mª Samaniego (1745-1801) publicó sus ‎Fábulas (1781).‎

Siglo XIX. Descubrimiento del niño

A comienzos del siglo XIX, el romanticismo y su exaltación del individuo favorecieron el auge de la ‎fantasía.‎
Numerosos autores buscaron en la literatura popular su fuente de inspiración y rastrearon en los lugares ‎más remotos de sus respectivos países antiguas leyendas que recuperaron para los niños. Así surgieron a ‎principios de este siglo grandes escritores que se convertirían con el paso de los años en clásicos de la ‎literatura infantil.‎
Jacob y Wilhelm Grimm, escribieron sus Cuentos para la infancia y el hogar (1812-1822), en los que ‎aparecen personajes que se harían famosos en todo el mundo: Pulgarcito, Barba Azul, Blancanieves… o ‎Cenicienta y Caperucita, que ya se conocían en la versión de Perrault del siglo anterior.‎
Hans Christian Andersen fue el gran continuador de la labor de los hermanos Grimm. Sus Cuentos para ‎niños (1835) gozaron de un éxito impresionante, y no dejó, durante toda su vida, de publicar cuentos en los ‎que conjugaba su sensibilidad para tratar los sentimientos de los más variados personajes —La sirenita, El ‎patito feo, El soldadito de plomo, La vendedora de fósforos y tantos otros— con la más alta calidad literaria.‎
España se incorporó algo más tarde a esta corriente de literatura popular. Cecilia Böhl de Faber, más ‎conocida por su seudónimo de Fernán Caballero (1796-1877), es una de las primeras personas que se ‎preocupa por la literatura infantil en este país. Recogió el folclore infantil y leyendas y cuentos populares y ‎los fue publicando en un periódico para niños. En 1874 publicó la colección completa con el título Cuentos, ‎oraciones, adivinanzas y refranes populares e infantiles. Alentado por Fernán Caballero, el padre Coloma ‎‎(1851-1915) publicó la colección de cuentos para niños Lecturas recreativas (1884); entre ellos se encuentra ‎el famoso Ratón Pérez, que se inspira en la leyenda popular. También escribió una novela histórica muy ‎didáctica e idealizada, dirigida a los niños, Jeromín, sobre la infancia de don Juan de Austria y que supuso ‎una manera nueva de contar la historia con fines claramente didácticos.‎

En 1876 se creó la editorial de Saturnino Calleja, de fundamental trascendencia para la literatura infantil ‎española. Calleja editó casi todo lo que se escribía para los niños en el mundo: son los famosos Cuentos de ‎Calleja, en colores, con ilustraciones y a precios muy asequibles. Divulgó los cuentos de Las mil y una ‎noches, Los viajes de Gulliver o Las aventuras de Robinson Crusoe, entre otros muchos libros famosos. ‎Además contó con los mejores ilustradores y autores de la época, como Salvador Bartolozzi.‎
La ávida respuesta de los niños a mitos y cuentos de hadas hizo suponer que sus mentes poseían una ilimitada ‎capacidad de imaginación y que podían pasar sin ninguna dificultad de la realidad a la fantasía. Edward ‎Lear, el iniciador del nonsense o literatura del absurdo, fue uno de los primeros autores en apreciarlo. Pero ‎la suprema combinación de fantasía y humor la aportó Lewis Carrol en su Alicia en el país de las ‎maravillas (1865). La popularidad de esta obra se debe a que bajo su fantasía late una profunda percepción ‎psicológica unida a una lógica que sólo un matemático como Carrol, que fuera a la vez un gran escritor, ‎podría utilizar de forma tan atractiva. Oscar Wilde continuó la tradición romántica de los cuentos de hadas ‎con sus obras El príncipe feliz, El gigante egoísta y El ruiseñor y la rosa, entre otros. ‎

En la segunda mitad del siglo XIX se afianzó la novela de viajes y aventuras al aparecer los grandes ‎cultivadores de este género. Robert Louis Stevenson (1850-1887) escribe La isla del tesoro (1883), que se ‎convertiría con el tiempo en un clásico de marinos y piratas. Rudyard Kipling (1865-1936) publicó El libro ‎de la selva (1894), la historia de un niño indio criado en la selva entre animales salvajes, que ha tenido un ‎éxito inmenso. Jules Verne (1828-1905) inicia sus novelas científicas que adelantan el futuro: El viaje de la ‎Tierra a la Luna, Veinte mil leguas de viaje submarino o Viaje al centro de la Tierra.‎
De este modo, el siglo XIX, que había comenzado su andadura poniendo al alcance de los niños un mundo ‎mágico poblado de duendes, hadas, fantasmas y brujas, terminó ofreciéndoles una literatura que se beneficia e ‎incluso anticipa los adelantos científicos de la época. En los Estados Unidos Mark Twain (1835-1910) ‎publicó Las aventuras de Tom Sawyer (1876), que narra las travesuras de un niño corriente, que se aleja ‎mucho de la imagen de niño modelo que preconizaba la literatura infantil hasta este momento.‎

E. T. A. Hoffmann (1776-1822) escribió Cuentos fantásticos en los que lo extraordinario se une a lo ‎maravilloso como en El cascanueces o El cántaro de oro.‎
Otro de los grandes protagonistas de la literatura infantil universal aparece también por esas fechas, Pinocho ‎‎(1883), del escritor italiano Carlo Collodi (1826-1890), un muñeco de madera que termina convirtiéndose en ‎un niño de carne y hueso, como símbolo de la evolución hacia la toma de conciencia por parte del niño. ‎Collodi consiguió un personaje atractivo y universal que adelantaba las nuevas tendencias de la literatura ‎infantil del siglo XX.‎

Siglo XX. Esplendor del libro infantil

La literatura infantil adquirió, por fin, su autonomía en este siglo. La psicología del niño, sus intereses y sus ‎vivencias son tenidas en cuenta por los escritores que elaboran mucho más sus personajes, les dotan de vida ‎interior y les hacen crecer a lo largo de la obra. En 1904, James M. Barrie publicó en Londres uno de los ‎cuentos más famosos del mundo, Peter Pan, la historia del niño eterno, que no quiere crecer, habla con los ‎animales, escucha a los elfos que viven en el parque y conoce el mundo secreto que se esconde tras la ‎realidad.‎
A principios de siglo, en Inglaterra, se publicaron tres libros interesantes: Winnie, the Pooh (El mundo de Puff ‎o Winnie de Pooh, (1927), de A. A. Milne, que trata la relación tradicional entre un niño y su osito de felpa de ‎una forma ingeniosa y llena de sensibilidad. El doctor Dolittle y sus animales, de Hugh Lofting, consiste en ‎una serie protagonizada por un doctor que cura a los animales mientras vive las más disparatadas y ‎emocionantes aventuras.‎
A lo largo de este siglo han ido surgiendo personajes literarios que han conectado rápidamente con el público ‎infantil y se convertirán en protagonistas de largas series de libros, como Los mumins, de la finlandesa Tove ‎Jansson, seres fantásticos y minúsculos que actúan de forma alegre y alocada; Pippa Mediaslargas (1945), de ‎Astrid Lindgren, uno de los héroes modernos de la literatura infantil: la niña libre, generosa y que nunca se ‎aburre. Mary Poppins (1935), de Pamela Travers, narra las experiencias de una familia con cinco hijos al ‎cuidado de una peculiar institutriz.‎
Algunos libros han significado un punto de referencia fundamental, tanto para los niños como para los ‎adultos, como El principito (1943), de Antoine de Saint-Exupéry, el piloto francés que murió en acción ‎durante la IIGuerra Mundial y que supo crear un personaje fascinante y poético, así como Marcelino pan y ‎vino (1952), del escritor español José María Sánchez Silva, un cuento de raíces religiosas y características ‎muy españolas, que se tradujo a muchas lenguas. Su autor mereció el Premio Andersen en 1968. Este premio, ‎considerado como el Nobel de la literatura infantil, se creó en 1956 y supone un reconocimiento mundial para ‎escritores e ilustradores.‎
Escritores como Gianni Rodari, premio Andersen de 1970, autor de Cuentos por teléfono (1960) y La ‎gramática de la fantasía (1973); Michael Ende, Momo (1973) y La historia interminable (1979), o Erich ‎Kästner, El 35 de Mayo (1931), han revolucionado la literatura infantil con su creatividad y su fantasía.‎
En época más reciente, numerosos escritores de todo el mundo han sabido conectar con los gustos del público ‎infantil y juvenil y han llegado a crear auténticos éxitos universales, como Selma Lagerlöf, premio Nobel de ‎Literatura, con El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia (1906); Enid Blyton (1900-1968),‎
una prolífica autora que ha publicado más de cuatrocientos libros apreciados por niños de todo el mundo; ‎María Gripe, con ¡Elvis! ¡Elvis! (1973); J.J. Sempé, con El pequeño Nicolás, una serie de cinco libros con ‎un delicioso protagonista que gusta a niños y adultos, y otra serie de único protagonista que ha alcanzado ‎fama mundial, El pequeño vampiro, de A. Sommer-Bodenburg.‎
En el gran mosaico de tendencias de la literatura infantil y juvenil también hay escritores que se han acercado ‎con realismo a los problemas de los adolescentes, como Judy Blume en ¿Estás ahí, Dios? Soy yo, Margare ‎t(1970) ( en América Latina están José Luis Rosasco con ¿Dónde estás Constanza?; Benito Pérez Galdós ‎con Marianela; Guillermo Blanco con Gracia y el forastero, etc); Susan E. Hinton en Rebeldes y La ley de ‎la calle, de las que hizo unas famosas películas Francis Ford Coppola en 1983, a pesar de que en algunos ‎estados de Estados Unidos están prohibidas las obras de la autora; y Christine Nöstlinger, la gran intérprete ‎de la tendencia antiautoritaria de la década de 1970, con muchas obras en su haber, entre las que destaca su ‎novela Konrad, o el niño que salió de una lata de conservas (1977).‎


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Aproximación a la poesía infantil: tres poetas, tres modos

Juan Cervera Borrás

Resumido por Rosa María Montes

La poesía infantil encuentra su mayor atractivo para el niño en su carácter lúdico. Aquí se analiza ‎la poesía infantil a través del prisma del juego. El juego es personal cuando el contacto entre el niño y la ‎poesía lo establece un adulto. El juego es individual, con contacto directo del niño con la poesía, mediante ‎la lectura o la recitación. El juego es colectivo, a través de la danza, la recitación coral o la dramatización.‎

En el panorama más amplio de la formación literaria para niños, la poesía no puede estar sola, ‎sino acompañada de forma natural de la narrativa y del teatro. ‎

Se pretende formar lectores, sin tener en cuenta la calidad de los textos; se pretende hacer ‎gustadores, y usuarios correctos del lenguaje, sin descubrir la impronta que confiere el contacto con la ‎poesía; se pretende crear espectadores de teatro, sin caer en la cuenta de que más que ser ¿consumidores? ‎interesa que sean jugadores, a partir de la dramatización y de la puesta en escena personal. La formación ‎literaria debe promoverse por degustación y por intuición en estos niveles para pasar a razonarla después, ‎cuando estén entusiasmados. Y la poesía infantil, a nuestro juicio, tiene convocatoria para todos estos ‎objetivos, ocultos o manifiestos, por eso su implantación en los programas educativos, desde la Educación ‎Infantil, reviste una cierta responsabilidad. ‎

‎«Si los textos literarios con que entra en contacto el niño son actuales, y guardan relación con su entorno, ‎contribuyen a la aproximación cultural». Por ello, sin excluir otros, deben estar presentes en los ‎programas. Esta aproximación lúdica es fundamental si se trata de Educación Infantil, es decir, para niños ‎de 3 a 6 años5. En principio, el atractivo lúdico de los libros nos parece que reviste caracteres diferentes ‎por la manera de prestarse al juego: ‎
‎-Personal, y hasta personalizado, cuando un poema apunta al trato de la madre con el niño. ‎
‎-Individual, en conexión con lo personal, y con extensión a lo colectivo, si el libro se brinda a la ‎lectura, al juego y a la dramatización. ‎
‎-Colectivo, mediante la canción, la dramatización y la danza, ya que se trata de textos dramatizables, ‎por composición, y cuentan con el apoyo de la música desde su creación. Ciertamente toda clase de ‎poesía para niños puede entrañar estas formas de atractivo lúdico. Pero en estos poemas el juego ‎dramático no es algo añadido, sino algo consustancial. Por otra parte, siempre hay textos que, por su ‎propia naturaleza y presentación, se prestan más a un tratamiento, juego y uso que otros. Al educador le ‎compete descubrirlo. ‎

En el estudio de la poesía para niños, y más para niños de Educación Infantil, que no saben leer ‎todavía, hay que tener en cuenta que estos libros han de buscar la aceptación de ‎
‎-los profesores o adultos, que actuarán como mediadores entre los textos y los niños; ‎
‎-los niños, que deben pronunciarse y comportarse como receptores y usuarios. El profesor y el ‎adulto mediador, por regla general, exigen a la poesía para niños, como a todo tipo de poesía, cuidado ‎formal y contenido ejemplar. ‎
El niño pide atractivo lúdico y capacidad evocadora. El juego siempre se produce como ‎manifestación externa. La evocación es función interna, difícilmente exteriorizable y evaluable, que ‎implica, en principio, en el período más temprano del niño, más imaginación que recuerdo, como es ‎lógico. ‎
Juego y evocación se combinan en proporciones diversas y variables al compás del desarrollo físico ‎y psicológico. ‎

La remembranza literaria (INTERTEXTUALIDAD) les sirve a los poetas de punto de partida, de ‎inspiración y hasta de justificación. ALGUNAS FÁBULAS O LEYENDAS HAN PRODUCIDO ‎POEMAS U OTROS TEXTOS (RMM)‎

Por lo que se refiere a la convocatoria lúdica de la poesía, la reflexión ha de ser variada. Por ‎ejemplo, en el poema Aleluyas vocálicas, en realidad pareados decasílabos, presentan algo más que un ‎repaso a las cinco vocales o aeioú, como se puede comprobar mediante su lectura. Formalmente los ‎versos decasílabos son el resultado de dos hemistiquios pentasílabos marcados por la cesura. El ritmo ‎alterna, ya que, si en el primero de los versos de cada par la cesura separa los pentasílabos, en el segundo ‎incita la encabalgamiento. ‎

Por otra parte, en cada aleluya, todas las vocales tónicas coinciden con la que preside el par. Esto, ‎sin duda, resulta algo artificioso y supera las conocidas muestras de la tradición oral, pero acredita ‎ingenio para resolver el desafío en una lengua de vocalización tan variada como la española y se inserta ‎plenamente en la convocatoria lúdica.

Aleluyas vocálicas
Canta la rana, sabe la A.‎
‎(¡Basta de dar lata a papá!).‎
El tren despierta, sisea en E.‎
‎(En la tetera me espera el té)‎
Hice el vampiro, emití la I.‎
‎(Ni mis amigos siguen aquí).‎
Con ronco golpe sonó la O.‎
‎(Sollozan todos y lloro yo)‎
Brujas me asustan, uso la U.‎
‎(Huyo sin brújula en rumbo sur).

Pero hay otro tipo de juego. Una somera consideración narratológica nos lleva a una conclusión ‎nada despreciable. En cada aleluya se ofrece condensado el apunte de una o dos acciones que pueden ‎enlazarse para constituir un relato. ‎

Si hay una rana, o alguien hace de rana, que canta insistentemente la A, es lógico que alguien ‎reclame que cese la lata a papá.

El tren puede despertarse y emitir su sonido característico. También puede suceder que el tren, con ‎su ruido, despierte a quienes duermen cerca de él. Y el despertado se dispone a tomar el té del desayuno. ‎

Si alguien confiesa que se pasó haciendo el vampiro y emitiendo chillidos amenazantes, no es nada ‎sorprendente que haya ahuyentado a todos sus amigos despavoridos. El golpe redondo, ¿casual?, estalló ‎grandioso. Algo más sucedió ya que a él le siguieron sollozos y lloros. Y ¡Oh! es interjección de sorpresa. ‎

Y en cuanto las brujas lo asustan a uno, por más que se defienda tomando la U como escudo, la ‎verdad es que huir, hacia el lado que sea, es lo más justo. Uh, prolonga da, interjección infantil en juegos ‎con palmadas en la boca. ‎

Esta interpretación en prosa, sin duda innecesaria para muchos lectores, cumple dos funciones: ‎concretar la fantasía en hechos subyacentes, e invitar a la dramatización del poema, para lo cual habrá ‎que seguir concretando los personajes -sujetos- conflicto, espacio, tiempo, argumento y tema. Como ‎todos los textos son muy condensados, la puesta en escena lo superará en extensión y reclamará atención ‎especial. Caso de traducir la acción en viñetas, cada aleluya podría servir de expresión final de un texto de ‎relevo, como sucede en las aucas. ‎

El chucho de Chicho se convierte en un trabalenguas, merced a su fuerte aliteración que, con la ‎rima consonante, parece más machacona. ‎

Chicho tiene un largo ‎
chucho que se ducha alguna noche,‎
y como no chilla mucho
suele llevarlo en el coche.‎

Es un perrito salchicha,‎
chachi, con chispa y muy macho,‎
que salta lleno de dicha
y se acuesta en un capacho.‎

Déjame tu chucho, Chicho,‎
y te invitaré a bizcocho,‎
pues es un chollo ese bicho,‎
y va más chulo que un ocho.

El poema Artista de circo ofrece variado muestrario de juegos fónicos. Destacarlos serviría incluso ‎para su mejor uso lúdico. ‎

Con la pelota en la boca
salta a la pista la foca.‎
Todo parece dispuesto:‎
va a jugar a baloncesto.‎

A la foca enfoca un foco:‎
‎¡Pelota arriba!‎
‎¡Por poco!‎
Miles de niños contentos
se agitan en sus asientos.‎

Tiro de tres...¡ Atención!‎
‎¡Lo ha metido!‎
‎¡¡Qué ovación!!‎
Esto marcha viento en popa:‎
la foca ganó la copa.

La rima interior es llamativa - con la pelota en la boca; la foca ganó la copa -y se produce en el ‎mismo verso. También en un solo verso se sitúa una aliteración reforzada con polípote -A la foca enfoca ‎un foco- que ocupa todas las palabras con contenido semántico propio. Todo ello, como pruebas de cómo ‎incluso con recursos retóricos tradicionales se puede provocar el juego. ‎

Pero en este poema, de forma más explícita todavía que en Aleluyas vocálicas, se descubren los ‎efectos del recurso a la implicación narrativa y a la polifonía textual. Del circo se pasa a la cancha ‎deportiva, de la exhibición circense, -la foca con la pelota en la boca- al partido de baloncesto; y del ‎animador de la pista circense, al locutor del partido que subraya vocalmente los incidentes, provoca la ‎atención del público y evoca y reclama los gritos del graderío. ‎

Otro ejemplo de cómo la comprensión del texto induce a su dramatización. ‎
El recuerdo del folclore llamará la atención del niño en la proporción de su cono cimiento previo. ‎De ahí que no siempre resulte fácil. Pero sí adquirirá resonancias psicoafectivas para el adulto que actúa ‎como mediador. Esta parece ser la circunstancia, intencionadamente connotativa en la que las ovejas de la ‎canción popular son sustituidas por Cepillos, cuyo humor resulta amable parodia. ‎

La canción original es: ‎

Tengo, tengo, tengo.‎
Tú no tienes nada.‎
Tengo tres ovejas
en una cabaña.‎
Una me da leche,‎
otra me da lana
y otra me mantiene
toda la semana.‎

Su transformación da el siguiente romancillo:‎

Tengo, tengo, tengo‎
algo necesario,‎
tengo tres cepillos
dentro de mi armario.‎
Uno es de la ropa,‎
otro, del calzado:‎
y otro, de los dientes:‎
el más delicado.‎
Todos me dan brillo,‎
con todos me apaño:‎
nunca me confundo
cuando voy al baño.‎
Tengo, tengo, tengo
algo necesario,‎
tengo tres cepillos
que uso a diario.‎

miércoles, 3 de octubre de 2007

El artículo que se les presenta a continuación está referido a la literatura infantil y juvenil específicamente de Argentina, pero ello no invalida la universalidad de los contenidos presentes en el artículo. Es necesario leerlo tomando aquello que es importante para la realidad de la enseñanza en Chile y cuidando de no trasladar mecánicamente todo el contenido del artículo a nuestra realidad. Las autoras del artículo son profesoras argentinas y el que yo les presente el artículo completo es en honor al respeto que me merecen ellas y al interés del contenido del artículo.
Rosa María Montes

Abrir el juego en la literatura infantil y juvenil

por Cecilia Bajour y Marcela Carranza

Artículo basado en la ponencia presentada por las autoras el 27 de octubre de 2004 en San Miguel de Tucumán (Argentina), dentro del marco del proyecto específico "De las Raíces a las alas" que, a su vez, forma parte del Proyecto Integral de Lectura "Tucumán en tiempos de lectura" (Plan Nacional de Lectura. Secretaría de Estado de Educación. Red federal de Formación Docente Continua. Provincia de Tucumán.) (*)

(...) No digan nunca: ¡esto es natural!Con el fin de que nada pase por inmutable.En lo familiar, descubran lo insólito,En lo cotidiano, develen lo inexplicable.Que todo lo que se ha dicho habitual,Cause inquietud. (...)

Bertolt Brecht

La literatura infantil y juvenil como problema de la literatura

Brecht dice en su poema: "no digan nunca: esto es natural".

Es una idea interesante cuando se trata de pensar hoy en la literatura infantil. Como mucho de lo que tiene que ver con el mundo de los niños, la literatura infantil hipotéticamente pertenece al territorio de lo conocido, de lo familiar, de lo fácilmente dominable o apresable por la razón y los sentidos. Con los libros para chicos parece, pero sólo parece, estar todo bien... Son libros para chicos... ¿qué problema puede haber?

Quizás podríamos comenzar estas palabras diciendo que estamos acá porque la literatura infantil nos genera inquietud, no nos deja tranquilas… Hacernos problema por algo tan frecuentemente visto como simple es desnaturalizarlo. Tratarlo como le corresponde a un hecho de la cultura. Y ningún hecho de la cultura es neutral o simple.

Tratar a la literatura infantil fundamentalmente como literatura supone meterse en un apasionante problema. Y pensar la literatura que se escribe para los chicos cuestionando quién la lee y cómo la lee, si se cruza con lo anterior, es todavía más interesante. Estas dos miradas, la que nos brindan los estudios literarios y la preocupación por los lectores y sus prácticas, serán las que nos guíen en este intento por problematizar a la literatura infantil.

¿Por qué es un problema tratar a la literatura infantil desde su especificidad literaria, o sea, desde su pertenencia a la literatura?

Fundamentalmente, porque si observamos la historia de los estudios sobre literatura infantil y muchas de las formas actuales de abordarla, veremos que es infrecuente que la mirada literaria esté puesta en juego. Esto tiene mucho que ver con las marcas de origen de esta literatura.

Desde su nacimiento la literatura infantil estuvo embarcada en lo formativo entrelazado con el deleite, como decía Perrault en la introducción a los cuentos de Mi madre la oca. Si el deleite en la lectura está más del lado del arte y del juego, y lo formativo, más del lado de los intereses educativos, podríamos decir que en la tensión entre ambos bandos, la mayoría de las veces, de las maneras más variadas, salió ganando el educativo. Es que la infancia, desde que empieza a ser mirada como algo distinto en la corriente de la vida (no mucho más de doscientos años a esta parte), es una porción del tiempo humano que razonablemente es vista como la de los aprendizajes. La cuestión es en nombre de qué y bajo qué formas se promueven esos aprendizajes. En el caso de la literatura infantil, muchas veces ha sido a costa de la libertad del lector.

Una de las formas en que pueden observarse muchas de las marcas que constituyen a la literatura infantil es mirando este objeto desde una perspectiva histórica y no como algo dado sólo por las características de su destinatario, aún cuando este influya enormemente. En un análisis sobre los orígenes de la literatura infantil Maite Alvarado (1), siguiendo a Roger Chartier, recuerda el caso de la "Biblioteca Azul" en Francia. Se trató de un emprendimiento editorial que entre los siglos XVII y XVIII se dedicó a adaptar para lectores populares textos religiosos, literarios y de información general. Esta idea de adaptación a un determinado lector, recién llegado a la lectura escrita, es fundamental para pensar muchas de las operaciones que luego se hicieron cuando de escribir para niños se trataba. En el caso de los textos de la "Biblioteca Azul", las reformulaciones que se hicieron a los textos originales estaban destinadas a facilitar la oralización. Se pensaba en un lector más familiarizado con las prácticas orales que con las escritas, y aquí vemos un nuevo paralelismo con el destinatario infantil, sobre todo con el que recién se inicia en las prácticas lectoras. También se lo representaba con una capacidad de concentración escasa, con tendencia a interrumpir frecuentemente la lectura. Por esta razón en estas adaptaciones era necesario recurrir a ayudamemorias para no perder el hilo de la narración y a ayudas gráficas. Para que el texto escrito se pareciera lo más posible al texto oral, se reducían los relatos eliminando descripciones, de modo que se preservaran sólo las acciones y se simplificaban las oraciones. Por otra parte, y esto nos recuerda nuevamente el origen tan ligado a lo formativo de la literatura infantil, las adaptaciones de los textos tenían que ver con razones morales o religiosas, ya que se eliminaba todo aquello que fuera contra la moral o la ideología de la época.

El lector que se imaginaban los que llevaron a cabo el dispositivo de la "Biblioteca Azul" nos recuerda fuertemente la situación narrativa que propone la autora Ema Wolf en su libro Historias a Fernández (2). Este libro plantea ficcionalmente desde una perspectiva humorística la preocupación del autor de libros para chicos por capturar a su exigente y en muchos casos esquivo lector.

Fernández es un gato (nunca llamado como tal en el relato) destinatario de tres historias narradas al hilo por su dueña. Narrar y tener éxito en la narración en este caso es cuestión de vida o muerte ya que Fernández ha sufrido una caída desde las alturas y no debe quedarse dormido en las tres horas posteriores a su contusión. El plan de la dueña consiste en narrarle una historia por hora. La habilidad para narrar y el uso eficaz de todos los trucos posibles, hasta los más desopilantes, para mantener la atención de Fernández es lo que permite llegar a un desenlace exitoso. La narradora, tal como seguramente lo harían los que oficiaban de lectores orales de los textos de la "Biblioteca Azul", interrumpe a cada rato su relato reclamando la atención de su destinatario, buscando formas de atraerlo: "¿Hasta acá vamos bien? Vamos bien." o "¿Qué tal? ¡No te esperabas esto! Yo tampoco."; estas son, entre otras, las apelaciones incesantes y recursos de todo tipo utilizados para mantener en estado de alerta a Fernández.
Esta situación inventada por Ema Wolf parece parodiar la fuerte determinación del destinatario en la literatura infantil, aunque no sea él quien decide. Es decir, la literatura para niños supone una relación asimétrica entre emisores y mediadores adultos, y destinatarios niños. Cuando hablamos del destinatario no nos referimos a esos niños reales, concretos, impredecibles como son los niños que tenemos frente a nosotros en casa o en el aula, sino a representaciones de niños. De aquello que imaginamos los adultos que es un niño, sus supuestos intereses, gustos, necesidades, deseos, miedos... La literatura infantil en muchos casos se ata a una figuración rígida del destinatario, y esta representación del niño está presente no sólo en decisiones del autor, sino también en maestros, bibliotecarios, padres, editores, libreros, etc.

Los supuestos que el público lector adulto tiene en general sobre la literatura infantil suelen estar marcados por criterios de lo que se considera simple para lectores que recién entran al mundo de los libros. Así lo analizó una teórica israelí, Zohar Shavit (3), basándose en las operaciones de adaptación que se realizan de textos canónicos, como los clásicos por ejemplo, a formatos masivos, como los cuentos que se venden en los kioscos, o las películas Disney, etc. En un recorrido fugaz por estos supuestos podemos ver que la sujeción a los géneros conocidos (y por supuesto, los que ofrecen menos incertidumbre), el predominio de líneas narrativas únicas y fuertemente tramadas, la presentación de personajes que evaden la complejidad, el descarte de todo lo que se considera accesorio a los núcleos narrativos como descripciones u otras formas de detención de la dinámica narrativa, y la adhesión a temáticas que no pongan en cuestión las ideologías hegemónicas, entre otros rasgos, son los que siguen predominando en mucha de la literatura para chicos que hoy se edita. Esta idea de lector, como podemos fácilmente comprobar, se acerca muchísimo al que prefiguraron los adaptadores de las primeras épocas de la literatura infantil.

El encasillamiento en la representación de los lectores, según Maite Alvarado y Elena Massat (4), está íntimamente relacionado con algunas marcas que identifican a muchos de los textos que se producen en la literatura infantil. Una característica que las engloba es la tendencia a la repetición, que también tiene una explicación en el origen oral de los relatos infantiles, por un lado, y en que se piensan para ser oralizados, por otro (sobre todo aquellos que se dirigen a los lectores más pequeños).

¿Qué es lo que se repite en los textos para chicos? Puede ser aspectos formales como construcciones sintácticas, léxico o estructura narrativa, o bien personajes, espacios, conflictos e incluso géneros. Muchas veces la repetición se da en forma de explicación. Entonces se vuelve a decir entre paréntesis lo que ya se había dicho. Algunos autores abusan de esto, quizás porque subestiman al destinatario y no quieran dejar los sentidos de su texto librados al azar.
La relación entre texto escrito e ilustración, otro de los rasgos constitutivos de los libros para chicos, muchas veces también es un ejemplo de la repetición. Nos referimos a aquellas propuestas en las que la ilustración se limita a reiterar lo que dice el texto.

Graciela Montes (5) plantea que se puede observar en la literatura infantil una serie de mandatos que subyacen a muchas de las propuestas destinadas a los chicos. Estos mandatos suelen estar basados en ideas sobreprotectoras acerca de los lectores infantiles. Uno de ellos es el mandato de lo familiar. De ese modo, en el caso de la literatura infantil argentina, vemos una tendencia a la repetición de los espacios representados. Pululan los cuentos que suceden en el barrio o en la escuela, o sea en los mundos supuestamente cercanos a la vivencia del niño (sobre todo urbana y de clase media). También los textos rebosan de personajes vinculados a esos mundos.

Algo similar sucede en muchas de las llamadas novelas juveniles, novelas "burocráticamente realistas y convencionales" (6). En ellas se repiten hasta el hartazgo los narradores protagonistas en primera persona (en forma de diario o de género epistolar), infaliblemente adolescentes con los cuales debería identificarse el lector.

El mercado editorial suele sentirse a sus anchas con la tendencia repetitiva de la literatura infantil y juvenil, ya que es una manera cómoda de homogeneizar propuestas, lectores y formas de leer y, por supuesto, garantizar las ventas a toda costa, aun cuando se trate de productos culturales que como tales, exigirían otro tratamiento a la hora de su producción y comercialización.

La consecuencia principal del uso abusivo de la repetición es la inmensa cantidad de textos estereotipados, previsibles, ajenos a las innovaciones formales. Mucha de esta literatura es "autista" respecto de la serie literaria en general, así como a otras zonas de la cultura próxima al mundo infantil como el cine, la televisión, la historieta, la publicidad o los video juegos.

La transmisión de valores en la literatura para chicos

La experiencia de la literatura, si alguna vez va de verdad, si alguna vez es verdadera experiencia, siempre amenazará con su fascinación irreverente la seguridad del mundo y la estabilidad de lo que somos. Jorge Larrosa. (7)

La literatura, la lectura de textos literarios pone en peligro las seguridades que sobre el mundo hemos construido, nos dice esta cita de Larrosa, y es a partir de esta "fascinación irreverente" que violenta las verdades fosilizadas que nos dan el mundo como algo ya pensado y ya dicho, como algo evidente, como algo que se nos impone sin reflexión. (8) Allí está el poder transformador de la literatura, nos dice Larrosa, y no en aquellos textos que se dirigen al lector diciéndole cómo debe pensar el mundo y a sí mismo, y qué debe hacer "para cambiarlo".

Desde hace no mucho tiempo atrás ha tomado fuerza inusitada, dentro del campo de los libros para chicos y jóvenes, un discurso sobre el que quisiéramos abrir la reflexión en esta oportunidad. Nos referimos a la llamada "educación en valores" a través de los textos literarios. Quisiéramos aquí preguntarnos por esta necesidad de vehiculizar valores a través del arte y la literatura para chicos. ¿Por qué la literatura infantil ha resultado tan permeable a este discurso que parece provenir de diversos ámbitos como el pedagógico, el editorial, los medios de comunicación, e incluso el poder político?.

¿Cuánto hay detrás de este mensaje pro-valores de "buenas intenciones" pedagógicas y morales, y cuánto hay de estrategia de marketing, de puerilidad, de autoritarismo y manipulación ideológica, tanto si se lo observa desde la ética como del arte?

A casi nadie se le ocurriría hoy en día predicar la necesidad de transmitir valores a través de la literatura para adultos (al menos desde la literatura consagrada). Sin embargo no sucede lo mismo con el arte y los libros para chicos. ¿Por qué?

Quizás, no sólo debamos reflexionar sobre la función del arte y la literatura, sino también acerca de nuestra concepción de los destinatarios de ese arte, ¿cuál es nuestra mirada sobre los niños y los jóvenes, cómo nos situamos frente a ellos, y entre ellos y los objetos artísticos que les están destinados?.

Colecciones completas dedicadas al binomio valores-literatura, libros "hechos por encargo" para cubrir una demanda editorial: hay libros para enseñar ecología, para hablar de la discriminación, para tratar "temas difíciles" como la droga, el sida, la pobreza, la guerra... Las editoriales embarcadas en esta cruzada nos ofrecen catálogos, afiches, cuadernillos con actividades, toda una suerte de "merchandising" de los valores. Pero para llevar a cabo esta difusión del "deber ser" no sólo se recurre a los libros prefabricados con este propósito, la mejor literatura infantil también es sometida a esta operación. Y entonces nos encontramos con libros de Roald Dahl o de Tony Ross incluidos en una tabla de doble entrada destinada a los docentes, en la cual se especifica muy didácticamente qué valores corresponden al libro en cuestión. Estas acciones llegan al absurdo de suponer que un libro "es mejor" (y por lo tanto debiera ser elegido para su compra) en la medida en que mayor sea la cantidad de valores morales incluidos en él.
Las editoriales que actúan de este modo piensan que así venderán más, y sabemos que para la producción de textos infantiles, al menos en nuestro país, el mercado cautivo por excelencia es la escuela. Entran a jugar en relación con esto el currículum y los contenidos transversales. Programas que se traducen en actividades en donde la función del cuento en el aula es la de moldear la imaginación infantil según un proyecto adulto del "deber ser", que supone un control eficaz del sentido, la limitación interpretativa del lector, la restricción de la polisemia de los textos. Por suerte ese control no siempre es tan eficaz y los lectores encuentran formas no oficiales de leer que escapan incluso a las intenciones de los mediadores, y en algunos casos de los textos mismos.

Esta situación nos lleva a pensar en el estado actual de la formación de los docentes en el área de la literatura. A partir de la experiencia de capacitación podemos afirmar que una gran parte de los institutos de formación no brindan las herramientas necesarias a los futuros maestros o profesores para que en diversas situaciones de lectura puedan abordar un texto literario desde su especificidad.

En publicaciones especializadas, congresos, jornadas, mesas redondas, especialistas del campo se obstinan en instalar el predominio de la función social en los textos destinados a niños y jóvenes. A todo esto debemos sumar la pobreza del debate y la discusión. Como si este sometimiento de lo literario a los valores fuera algo incuestionable.

Habría que preguntarse por qué hoy tiene tanta fuerza este discurso dogmático de la pérdida de los valores, y su necesaria transmisión a las nuevas generaciones. También deberíamos preguntarnos por qué la literatura y otras ficciones parecen ser la forma privilegiada para esta transmisión.

¿Qué concepción de la lectura y del lector supone este uso moral de lo literario?, porque no nos engañemos: la llamada "educación en valores" no es sino una nueva forma aggiornada de la vieja moralina a la que históricamente ha estado ligada la literatura infantil desde sus inicios.
Ciertas rutinas de lectura en el aula suponen un contexto en que el lector a priori cuenta con que el mensaje está allí para "ser bajado", para intervenir en su formación. No es extraño encontrar casos en los que textos irreverentes como "¡Silencio, niños!" (9), de Ema Wolf, en el que la parodia del deber ser escolar es justamente uno de sus significados más notorios, sea leído por algunos docentes a sus alumnos para enseñarles las reglas del buen comportamiento en el aula.
Dice Jorge Larrosa: "La literatura excede y amenaza tanto lo que somos como el conjunto de las relaciones estables, ordenadas, razonables que constituyen el orden moral racionalmente ordenado. La literatura, como la infancia, pone en cuestión la validez del mundo común." (10)
Quizás el mayor peligro al que se ha visto tentada la pedagogía es el haberse visto constructora del mundo, la dueña del futuro, nos dice también Larrosa en su artículo "El enigma de la infancia". (11)

Si escuchamos o leemos los enunciados en torno a la "educación en valores" a través de los textos infantiles y juveniles, sentimos esta fuerte impronta autoritaria. Se toma de la literatura su carácter gratuito, se la despoja de su libertad y se la pretende transformar en vehículo útil y eficiente para construir seres humanos "mejores" que harán un mundo "mejor" (según nuestros proyectos, claro). Voluntad de dominio sobre las nuevas generaciones, voluntad de dominio, "antídoto" frente a la palabra literaria.

La búsqueda de nuevos aires para la literatura infantil en Argentina

Afortunadamente no toda la literatura infantil y juvenil se somete a aquellas marcas que la acercan más a lo formativo y la alejan de lo estético.

Un pequeño paseo histórico por lo sucedido en el campo de la literatura infantil argentina hace ya dos décadas nos puede ayudar a ver cómo se intentó e intenta "salirse de las casillas" frente a los textos fuertemente escolarizados y frente al silencio impuesto por la dictadura militar.
El retorno de la democracia significó una eclosión de la producción literaria para chicos y jóvenes y de los intentos de instalación de un campo particular con actores y reglas propias. Sin embargo, sería injusto no recordar algunas figuras anteriores a este momento histórico que fueron decisivas por su mirada decididamente literaria y muy cercana a la cultura de los chicos. Nos referimos en particular a dos de ellas, María Elena Walsh y Javier Villafañe. Ambos tuvieron una particularidad destacable y original: unieron a una forma de escribir desenfadada y absolutamente marcada por los juegos con el lenguaje (con una total ausencia de las intenciones formativas), una experiencia riquísima con otras formas de la cultura popular infantil como son la canción (en el caso de Walsh) y el teatro de títeres (en el de Villafañe).

A partir del año 84, como decíamos antes, se produjo un muy interesante cambio en la visión de la literatura infantil que se manifestó en varios frentes. En el caso de la producción literaria, un grupo de escritores que tenían en común no pertenecer al ámbito pedagógico, varios de ellos egresados de la Carrera de Letras, comenzaron a publicar una literatura que intentó un quiebre con aquello que tuviera que ver con la exigencia pedagógica. Nos referimos a autores como Graciela Montes, Ema Wolf, Graciela Cabal, Laura Devetach (que ya venía buscando otras formas de hacer literatura para chicos desde los '70), Ricardo Mariño, Gustavo Roldán y Silvia Schujer, entre otros. Una de las peculiaridades de este grupo fue que se conformó, más explícitamente en unos casos que en otros, con un ideario de resistencia al autoritarismo imperante hasta el momento. Produjeron textos donde se veía una preocupación por buscar otro lenguaje, otras temáticas (muchas de ellas hasta entonces vedadas por la censura y la autocensura), otras relaciones con la ilustración, entre otras formas de renovación formal y argumental. El humor, en sus variadas formas fue el camino más transitado por el que se buscó crear una nueva estética. Estas producciones tuvieron cabida gracias a unas pocas editoriales que apostaron a una nueva relación con los lectores infantiles y con la escuela. Las que más se destacaron en este intento fueron Libros del Quirquincho y Colihue, además de algunas colecciones específicas dentro de grandes editoriales.

Otro de los frentes donde hubo una importante renovación fue el de la mediación entre los libros y los chicos. El papel que jugaron entonces muchos bibliotecarios, maestros, padres y otros mediadores fue de apropiación y divulgación original y entusiasta de toda esta movida incluso en lugares del país que hasta el momento habían sido privados del derecho a leer lo nuevo que se producía. El Plan de Lectura del ‘85 dio un considerable impulso a esta llegada con autores y libros a zonas antes olvidadas. Comenzó una época de Jornadas y Congresos donde diversos actores del campo de la literatura infantil comenzaron a reunirse y a pensar algunos temas que, quizás con demasiada frecuencia, se limitaron a preguntarse si la literatura infantil y juvenil era un género menor o no, o cómo había que promocionar la lectura. En cambio, la especificidad de la literatura infantil o sus vínculos con la cultura de la infancia y sus particulares formas de leer diversos lenguajes artísticos, entre otras cuestiones que ubicarían a este objeto dentro de la literatura y no tanto como a un producto cultural subsidiario de la educación, no fueron y todavía distan de ser temas centrales de los lugares donde se reúnen y discuten los mediadores. El de la literatura infantil fue y sigue siendo un campo bastante autocomplaciente y reacio a los nuevos aires que una crítica seria habilitaría.

Sin embargo, en los años '90, todo este impulso que se caracterizó por "salirse de las casillas" comenzó a ser reubicado por algunos fenómenos que redujeron ese dinamismo inicial a un nuevo encorsetamiento. Una gran parte de lo que era una novedad e intentaba tener un carácter autónomo, en los últimos años de los ‘80, fue sometido a algunas operaciones del mercado, en muchos casos en alianza con la institución escolar. Nos referimos a maniobras tales como la canonización de varios de los autores que habían participado de la renovación que antes comentamos. Se llegó al punto, que aun continúa con fuerza, de publicar casi en forma exclusiva lo conocido, lo que garantice las ventas. También se instituyeron modas que explotaban determinados géneros en detrimento de otros. Aquellos tipos de libros que plantean algún tipo de experimentación estética escasean en las publicaciones hechas en el país, y las traducciones o las compras de derechos de obras extranjeras se reducen a una mínima expresión, dejando fuera del alcance de los lectores argentinos obras y autores consagrados a nivel mundial. Algunas editoriales que habían encabezado el movimiento de renovación desaparecieron. El lugar de la literatura infantil sigue sostenido por los grandes grupos, consolidados en esos años, que a pesar de la tendencia a la uniformación del mercado no pueden evitar de vez en cuando la edición de nuevos autores y obras interesantes. Hoy podemos hablar, afortunadamente, en diversos lugares del país, de nuevos emprendimientos por parte de editoriales pequeñas que buscan instalar nuevas miradas estéticas, aunque, claro está, su presencia en el mercado es limitada y en inferioridad de condiciones respecto a los grandes grupos.

Un logro de los ‘90 fue el crecimiento importantísimo del papel de la ilustración en los libros infantiles. A la gran calidad y cantidad de ilustradores argentinos se le suma una historia de lucha muy interesante y original por la conquista de sus derechos junto a los escritores.
El humor y el libro-álbum, géneros innovadores en la literatura infantil

Uno de los medios a través de los cuales la literatura infantil actual ha logrado burlar la intención pedagógica ha sido la parodia (12). La parodia permite a los textos infantiles tematizar y a su vez leer desde una distancia crítica los lugares comunes de la literatura infantil y juvenil, sus marcas fosilizadas. Por otra parte su necesaria referencia a otros textos o géneros parodiados obliga al juego intertextual; es decir a la apelación a otras obras, géneros, personajes, estilos... de la literatura infantil y juvenil, o incluso de la serie literaria o de la cultura en general. Muchos textos humorísticos escapan a lo establecido, no temen desarmar estructuras narrativas convencionales a través del juego con otros lenguajes (como el espectáculo, el cine, las series televisivas...), experimentan con géneros dentro y fuera de la serie literaria.

Pero no sólo la parodia brinda posibilidades de innovación en los textos infantiles. También el humor absurdo ha venido a ocupar un lugar importante dentro de nuestra literatura para chicos. Ejemplos a destacar dentro de este género son: Historias de los señores Moc y Poc (13) de Luis María Pescetti, y Los imposibles (14) de Ema Wolf. No es casual que el absurdo sea uno de los géneros menos frecuentados en las aulas (a pesar de tener una larga tradición dentro de la literatura en nuestro país con autores como Julio Cortázar y Macedonio Fernández). El humor absurdo supone la transgresión a las leyes lógicas y racionales que organizan nuestra comprensión del mundo, así como a las normas del lenguaje con el que pretendemos dar cuenta de esa realidad. En la contratapa de Historias de los señores Moc y Poc Pescetti señala respecto de los personajes:

"Ellos no miran las cosas como todos lo hacemos, y de esa manera ‘las desarman’. Desarman la realidad, desarman el lenguaje, y al hacerlo nos ayudan a verlo así y a preguntarnos ¿por qué no?, con lo cual le devuelven un poco de gracia y libertad al mundo."
El humor, tanto en nuestro país como en la literatura universal, ocupa uno de los lugares más relevantes en la producción de textos actuales. Autores como Roald Dahl, Gianni Rodari, Christine Nöstlinger o Elvira Lindo permiten con su humor irreverente la desmitificación tanto de aspectos temáticos como formales de la tradición literaria para chicos, así como de la relación adulto niño inherente a esa tradición.

Críticos y especialistas vienen señalando un tipo de libros, relativamente nuevo, propio de la literatura para chicos, como particularmente experimental. Se trata del libro-álbum, un género que se ha configurado en sus características actuales durante los años '60 y que ha tenido difusión en nuestro país a fines de los '80 y durante la década de los '90. (15)
Los especialistas que intentaron definirlo destacan como constitutiva de este género la relación entre el texto y las ilustraciones, pero en el libro-álbum suele establecerse un contrapunto entre la imagen y la palabra, donde la imagen muestra lo no dicho por la palabra, o la palabra dice lo dejado a un lado por la imagen. En este tipo de libros, todos los elementos que lo constituyen (incluidos el diseño gráfico, la edición, etc.) participan en la producción del sentido.

Entre las diversos modos que adopta la experimentación en los libros-álbum es común encontrarse con la transgresión de las formas convencionales de narrar, ya sea a través de la fragmentación del texto o incluso de la adopción de estructuras propias de la lírica, y en particular de la poesía infantil para narrar una historia.

La profusión de referencias intertextuales es otra marca frecuente en este tipo de libros. A través de dichas alusiones los libros álbum dialogan con diversas manifestaciones de la cultura actual y de la tradición: otras obras literarias, el cine, la historieta, la publicidad, las artes plásticas, los dibujos animados... Este es el caso de la obra del inglés Anthony Browne . (16) El juego intertextual que en este autor se manifiesta especialmente en las ilustraciones, deviene parodia, homenaje y desacralización de las grandes obras pictóricas y de otros referentes de nuestra cultura.

En los libros-álbum la necesidad de certidumbre atribuida habitualmente a los libros infantiles se ve a menudo violentada por la ruptura de los límites entre los planos de ficción y realidad. Un ejemplo de ello son los libros del norteamericano Chris Van Allsburg (17), en cuyas historias a menudo la irrupción de lo sobrenatural pone en jaque las seguridades y certezas de lo real.

La presencia de las imágenes en los libros destinados a los niños posee una larga tradición que se remonta al Orbis Pictus de Comenius publicado en 1658. También las "Alicias" de Lewis Carroll contenían ilustraciones desde la versión manuscrita del autor (21). Sin embargo, persiste en nuestra cultura, y en particular en el ámbito educativo, un preconcepto según el cual la imagen en los libros infantiles está destinada sólo a decorar o acompañar pasivamente al texto. Esta subordinación de la imagen a lo escrito llega incluso a establecer la rivalidad entre ambos lenguajes; es posible escuchar aún a algunos docentes decir que durante la narración de un cuento no muestran las ilustraciones a los niños para no limitar su imaginación.
Existen actualmente en la ilustración de textos para chicos de nuestro país y del mundo, propuestas estéticas que dialogan tanto con corrientes pictóricas, como con otras esferas de nuestra cultura contemporánea (medios audiovisuales, artes gráficas en general). Artistas que provienen de las artes plásticas, del diseño gráfico, de la historieta son productores de ilustraciones de gran valor artístico, que suponen un lector infantil capaz de leer y gozar estéticamente de las imágenes que les están destinadas. Sin embargo estas tendencias innovadoras chocan y conviven con textos cuyas normas estéticas reproducen las ilustraciones estereotipadas pretendidamente infantiles de hace 30 o 40 años.
Ocuparnos de la ilustración en los libros para niños (22), se ha vuelto imprescindible. ¿Qué consecuencias devienen del diálogo entre la ilustración y el texto escrito? ¿Cómo leer analíticamente el lenguaje de las imágenes frente al cual nos sentimos desamparados la mayoría de quienes hemos recibido una formación centrada en la lectura de textos escritos?.
Pero no sólo el texto y la ilustración deben ser tenidos en cuenta cuando elegimos, cuando leemos o damos a leer un texto a los niños y jóvenes. Daniel Goldin, editor mexicano de libros infantiles, en una entrevista para la Revista Latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil, afirma:

"Los libros son muchas cosas pero son, antes que nada, objetos que pesan, se tocan, huelen, se ven, compran o intercambian. Como objetos, se instalan en nuestro entorno y suscitan emociones y vivencias que no pueden agotarse en el nivel discursivo, ‘lo que dice el texto’, ni siquiera en lo que dicen el texto y las imágenes. Esa dimensión material, que siempre está presente en la lectura y a la que los promotores de lectura y muchos maestros y bibliotecarios no prestan atención, es totalmente determinante en la formación de un lector." (23)

Queda preguntarnos acerca del lector que postulan estas nuevas estéticas en la literatura para chicos y jóvenes. En el caso del libro-álbum en particular se trata de un tipo de libro cuyo origen está ligado a los primeros lectores, aquellos que aún no poseen un manejo fluido del código escrito; sin embargo el límite de edad (tan naturalizado en las prácticas de mediación propias del campo de la literatura infantil), e incluso la frontera entre un lector niño y un lector adulto no parece tan clara cuando leemos un libro-álbum. Lo mismo sucede con textos paródicos y absurdos, que pueden ser leídos y disfrutados por lectores pequeños tanto como por adolescentes y adultos.

Por otra parte, las ideas habituales acerca de lo que se considera leer son puestas en cuestión por estos libros que otorgan a la imagen un lugar central. Un niño que todavía no accedió a la comprensión del código escrito puede, gracias al juego propuesto por la imagen, anticipar o contradecir los sentidos que transmite el texto. Este tipo de libros confirma que se puede leer antes de leer, si no nos atenemos a los parámetros clásicos de lo que se considera "saber leer".
Tanto la parodia, como otras formas de referencia intertextual, suponen la apelación a los conocimientos de los lectores dentro de la literatura como fuera de ella, pero estas referencias no deben ser consideradas como un límite en la selección de los textos, ya que por el contrario los lectores pueden acceder a tales conocimientos (un cuadro famoso en el caso de un libro álbum, por ejemplo) a partir del libro mismo.

Historias en las que el lector (y en algunos casos la voz que narra) no acaban de saber qué ha pasado, o bien que impiden al lector olvidar que el texto es un objeto construido, atentan contra formas de lectura "inocentes" convencionalmente adjudicadas a niños y jóvenes. A partir de la lectura de estos libros los chicos pueden iniciarse simultáneamente en el conocimiento de las convenciones de la ficción, al mismo tiempo que leen distintas formas de transgresión de tales convenciones.

Estos libros, a través de propuestas de innovación estética, se abren a todos los niveles y posibilidades de lectura sin subestimar la capacidad de los lectores, aun la de los más pequeños o de aquellos que tienen dificultades.

Abrir el juego en la selección de textos literarios

Para finalizar, nos parece importante destacar que el énfasis que pusimos en comentar y analizar las nuevas formas narrativas y sus consecuencias en las lecturas no excluye a los clásicos o a propuestas de calidad que están más cerca de las formas tradicionales. Por lo contrario, nos parece más fructífera la idea de ampliar el canon existente que la de una absurda y empobrecedora oposición entre lo nuevo y lo viejo. Recordamos que la idea de canon tiene que ver con procesos de selección de textos que dan cuenta de saberes, poderes, ideologías, modas, ideas acerca de los lectores, etc. Como dice Claudia López, "abrir un debate acerca del canon quiere decir, cuestionar una autoridad: los libros sagrados" (24). Lejos de sacralizar autores, géneros, formas, pensamos en la importancia de no excluir y de ser lectores críticos y abiertos a todo, hasta a lo que nos ofrece resistencia. En esa idea inclusiva, por ejemplo, nos parece preocupante un canon que apuesta a "lo seguro" o a "lo fácil" y deja afuera a géneros que ofrecen más incertidumbre como, por ejemplo, la poesía y la literatura fantástica.

Si pensamos que cada vez es más frecuente que los primeros encuentros de los chicos con los libros sean los que tienen lugar en la escuela, la imagen de la literatura que vayan conformando tendrá mucho que ver con nuestras elecciones, con nuestras decisiones. Por eso, ser desafiantes, críticos, inquietos, buscadores incansables, predispuestos al juego y, sobre todo, abiertos a la hora de elegir textos para los lectores que empiezan su propio camino, podrá significar quizás que las bibliotecas que ayudemos a formar estén pidiendo cada vez nuevos y muy bien nutridos estantes.

Notas
(1) Alvarado, Maite. "La crítica de literatura infantil en Argentina". En: Memoria 27º Congreso Internacional del IBBY de Literatura Infantil y Juvenil. Cartagena de Indias, Colombia, 18 al 22 de setiembre de 2000.
(2) Wolf, Ema. Historias a Fernández. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1994. Ilustraciones de Jorge Sanzol.
Nota de Imaginaria: Ver también el artículo "La vida o el sueño. Reflexiones sobre la relación entre el autor y el lector infantil en el libro Historias a Fernández de Ema Wolf", de Cecilia Bajour.
(3) Shavit, Zohar. Poetics of Children's Literature. Athens and London, The University of Georgia Press, 1986.
(4) Alvarado, Maite y Massat, Elena. "El tesoro de la Juventud". En: Filología. Año XXIV. Buenos Aires, Universidad Nacional de Buenos Aires, 1989.
(5) Montes, Graciela. Conferencia pronunciada en el Postítulo de Literatura Infantil y Juvenil. Buenos Aires, Centro de Capacitación Docente CePA, 2003-2004.
(6) Mariño, Ricardo. "Cambiando de tema...". En: La Mancha. Papeles de literatura infantil y juvenil N° 8. Buenos Aires, marzo de 1999.
Nota de Imaginaria: El artículo también fue publicado por Imaginaria, aquí.
(7) Larrosa, Jorge. "Venenos y antídotos". En: La experiencia de la lectura. Barcelona, Laertes, 1998.
(8) Larrosa, Jorge. "La novela pedagógica". En: Pedagogía Profana. Buenos Aires, Ediciones Novedades Educativas, 2000.
(9) Wolf, Ema. "¡Silencio, Niños!". En ¡Silencio, niños! y otros cuentos. Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1997. Ilustraciones de Pez.
(10) Larrosa, Jorge. "Venenos y antídotos". En: La experiencia de la lectura. Barcelona, Editorial Laertes, 1998.
(11) Larrosa, Jorge. "El enigma de la infancia". En: Pedagogía profana. Buenos Aires, Ediciones Novedades, Educativas, 2000.
(12) Como señalan Maite Alvarado y Elena Massat, haciendo alusión a La escuela de las hadas de Conrado Nalé Roxlo: "A menudo esta absorción de la intención apelativa por la narración se da a través de la autorreferencia: tematizando o parodiando, muchos relatos infantiles se refieren al ‘enseñar’. Así, en La escuela de las hadas, Conrado Nalé Roxlo tematiza, bajo la forma de la novela de iniciación, lo apelativo didáctico, que pierde su peso mensajístico, entre otras cosas, porque el texto construye una enunciación representada delegando en los personajes el juego de enseñar y aprender." En: "El tesoro de la juventud", Revista Filología, Año XXI, Buenos Aires, Universidad Nacional de Buenos Aires, 1989; pág. 54. Cabe aclarar que también la parodia ha llegado a cristalizarse en algunos textos infantiles perdiendo su fuerza transgresora para caer en una forma más de la repetición y el estereotipo.
(13) Pescetti, Luis María. Historias de los señores Moc y Poc. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2003. Ilustraciones de O'Kif.
(14) Wolf, Ema. Los Imposibles. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1988. Ilustraciones de Jorge Sanzol.
(15) Los libros álbum han tenido poco desarrollo en nuestro país. Muchos de estos textos, obra de autores de reconocimiento universal como Anthony Browne, Chris Van Allsburg, David Mc Kee..., llegaron a nuestro país a través de la colección Los especiales de A la orilla del viento del Fondo de Cultura Económica de México. Estos libros importados se volvieron prácticamente inaccesibles por su costo a partir de fines del 2001. Actualmente pequeñas editoriales como Pequeño Editor y Ediciones del Eclipse están desarrollando colecciones dedicadas a los libros-álbum en Argentina.
Para ampliar la información sobre este tema consultar los artículos:
· "Libros-álbum: libros para el desafío. Una bibliografía", por Cecilia Bajour y Marcela Carranza. En Imaginaria Nº 87 (Buenos Aires, 9 de octubre de 2002).
· "El libro-álbum en Argentina", por Cecilia Bajour y Marcela Carranza. En Imaginaria Nº 107 (Buenos Aires, 23 de julio de 2003).
(16) Otros títulos de este autor se destacan por el juego intertextual son: Willy el soñador (México, Fondo de Cultura Económica, 1997) y Las pinturas de Willy (México, Fondo de Cultura Económica, 2000), ambos en la colección Los especiales de A la orilla del viento.
(17) Algunos títulos de este autor en castellano: El higo más dulce (México, Fondo de Cultura Económica, 1995), Jumanji (México, Fondo de Cultura Económica, 1995), Los misterios del Señor Burdick (México, Fondo de Cultura Económica, 1996), Mal día en Río Seco (México, Fondo de Cultura Económica, 2000) —todos en la colección Los especiales de A la orilla del viento—, y El Expreso Polar (Caracas, Ediciones Ekaré, 1998. Colección Libros de Todo el Mundo).
(18) Pommaux, Yvan. Lilia (Caracas, Ediciones Ekaré, 1999), Detective John Chatterton (Caracas, Ekaré, 2000) y El sueño interminable (Caracas, Ekaré, 2002), todos en la colección Libros de Todo el Mundo.
(19) Saramago, José (texto) y João Caetano (ilustraciones). La flor más grande del mundo. Traducción de Pilar del Río. Madrid, Editorial Alfaguara, 2001.
(20) Mariño, Ricardo. Cuento con ogro y princesa. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1987. Colección El Pajarito Remendado. Ilustraciones de Laura Cantón. (Existe edición entregada con el periódico Página/12; Buenos Aires, 1999.)
(21) El manuscrito de las Aventuras de Alicia Bajo Tierra, que Dodgson obsequió a Alice Liddel el 26 de noviembre de 1864, incluía 37 dibujos hechos por él mismo. Carroll "escribía dando por sentada la presencia de ilustraciones. ‘Si ustedes no saben qué es un Grifo, observen la ilustraciones’, dice a los lectores en el Cap. IX de las Aventuras; quienes en el Cap. XI quieren saber cómo el Rey se puso la corona sobre la peluca son remitidos al frontispicio. Las imágenes dan detalles en los que el autor no se pierde, para concentrarse en el diálogo (...) al mismo tiempo no son un aditamento superfluo, sino la realización del texto. Buscó como ilustradores artistas de primera línea. A todos pagó generosamente, a todos controló trazo por trazo y con todos discutió el plan y el detalle de cada dibujo hasta la exasperación. Comparando los apuntes que a menudo proporcionaba al ilustrador con los dibujos finalmente publicados, no quedan dudas de que se lo debe considerar coautor intelectual de las ilustraciones: muchos de los trabajos de Tenniel y Furniss son bellas realizaciones de sus bosquejos, a los que siguen con precisión y fidelidad." Nota de Eduardo Stilman para Los libros de Alicia. La caza del Snark. Cartas. Fotografías, de Lewis Carroll. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, Best Ediciones, 1998. Traducción anotada de Eduardo Stilman. Prólogo de Jorge Luis Borges. Ilustraciones de John Tenniel, Henry Holiday, Lewis Carroll y Hermenegildo Sábat.
(22) Respecto a los libros ilustrados señala Margaret Meek: "Un libro ilustrado invita a todo tipo de lectura y permite la invención de un conjunto de historias en vez de una sola. Sólo los libros ilustrados, con su variedad de perspectivas y puntos de vista, técnicas artísticas y formas de enseñar convenciones respecto a imagen y texto, ofrecen la oportunidad y los medios para definir la poética de una literatura que se dirige exclusivamente a los niños. En el artículo "¿Qué se considera evidencia en las teorías sobre literatura para niños?", por Margaret Meek, en Un encuentro con la crítica y los libros para niños (Caracas, Banco del Libro, 2001; colección Parapara-Clave).
(23) Guzmán, Malí. "Especiales A la orilla del viento. Entrevista con Daniel Goldin". En: Revista Latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil N° 12; Bogotá (Colombia), Fundalectura, julio-diciembre de 2000, pág. 26.
(24) López, Claudia. "Venturas y desventuras del canon literario en la escuela". En: La Mancha. Papeles de literatura infantil y juvenil Nº 5. Buenos Aires, noviembre de 1997; pág. 18.
(*) El texto de la ponencia original fue publicado en De las raíces a las alas. Tucumán en tiempo de lectura, segundo dossier (San Miguel de Tucumán, Plan Nacional de Lectura, diciembre de 2004).
Bibliografía
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Pescetti, Luis María. "Prólogo". En La Mona Risa. Madrid, Editorial Alfaguara, 2001. Este texto también se encuentra publicado en la página web del autor: http://www.pescetti.com/.
Shavit, Zohar. Poetics of Children's Literature. Athens and London, The University of Georgia Press, 1986.
Nota de Imaginaria: Las ilustraciones que acompañan a este artículo son de la artista inglesa Kate Greenaway (1846-1901) y pertenecen a su obra Book of Games (Routledge, 1989).

Cecilia Bajour (cecibajour@infovia.com.ar) es Profesora en Letras. Se desempeña como docente en la Escuela de Capacitación (CePA), de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Es miembro del Equipo de Coordinación Académica del Postítulo de Literatura Infantil y Juvenil, y coordinó la Cátedra Abierta "Nuevas miradas sobre la literatura infantil y juvenil contemporánea". Forma parte del Equipo de Coordinación del Programa de Capacitación para Maestros Bibliotecarios de la Ciudad de Buenos Aires (todas instancias organizadas por CePA). Es docente de Literatura Infantil en la Licenciatura en Letras de la Universidad Nacional de San Martín. Participa como expositora en Jornadas y Congresos de la especialidad.

Marcela Carranza es maestra y Licenciada en Letras de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) formó parte de la coordinación del programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y del equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros. Publicó artículos en revistas y participó como expositora en congresos de la especialidad. Actualmente se desempeña como coordinadora de talleres en el área de la literatura infantil y juvenil en la Escuela de Capacitación Docente (CePA), de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y profesora tutora en el Postítulo de "Literatura Infantil y Juvenil" de la misma institución.