Juan Cervera Borrás
Resumido por Rosa María Montes
La poesía infantil encuentra su mayor atractivo para el niño en su carácter lúdico. Aquí se analiza la poesía infantil a través del prisma del juego. El juego es personal cuando el contacto entre el niño y la poesía lo establece un adulto. El juego es individual, con contacto directo del niño con la poesía, mediante la lectura o la recitación. El juego es colectivo, a través de la danza, la recitación coral o la dramatización.
En el panorama más amplio de la formación literaria para niños, la poesía no puede estar sola, sino acompañada de forma natural de la narrativa y del teatro.
Se pretende formar lectores, sin tener en cuenta la calidad de los textos; se pretende hacer gustadores, y usuarios correctos del lenguaje, sin descubrir la impronta que confiere el contacto con la poesía; se pretende crear espectadores de teatro, sin caer en la cuenta de que más que ser ¿consumidores? interesa que sean jugadores, a partir de la dramatización y de la puesta en escena personal. La formación literaria debe promoverse por degustación y por intuición en estos niveles para pasar a razonarla después, cuando estén entusiasmados. Y la poesía infantil, a nuestro juicio, tiene convocatoria para todos estos objetivos, ocultos o manifiestos, por eso su implantación en los programas educativos, desde la Educación Infantil, reviste una cierta responsabilidad.
«Si los textos literarios con que entra en contacto el niño son actuales, y guardan relación con su entorno, contribuyen a la aproximación cultural». Por ello, sin excluir otros, deben estar presentes en los programas. Esta aproximación lúdica es fundamental si se trata de Educación Infantil, es decir, para niños de 3 a 6 años5. En principio, el atractivo lúdico de los libros nos parece que reviste caracteres diferentes por la manera de prestarse al juego:
-Personal, y hasta personalizado, cuando un poema apunta al trato de la madre con el niño.
-Individual, en conexión con lo personal, y con extensión a lo colectivo, si el libro se brinda a la lectura, al juego y a la dramatización.
-Colectivo, mediante la canción, la dramatización y la danza, ya que se trata de textos dramatizables, por composición, y cuentan con el apoyo de la música desde su creación. Ciertamente toda clase de poesía para niños puede entrañar estas formas de atractivo lúdico. Pero en estos poemas el juego dramático no es algo añadido, sino algo consustancial. Por otra parte, siempre hay textos que, por su propia naturaleza y presentación, se prestan más a un tratamiento, juego y uso que otros. Al educador le compete descubrirlo.
En el estudio de la poesía para niños, y más para niños de Educación Infantil, que no saben leer todavía, hay que tener en cuenta que estos libros han de buscar la aceptación de
-los profesores o adultos, que actuarán como mediadores entre los textos y los niños;
-los niños, que deben pronunciarse y comportarse como receptores y usuarios. El profesor y el adulto mediador, por regla general, exigen a la poesía para niños, como a todo tipo de poesía, cuidado formal y contenido ejemplar.
El niño pide atractivo lúdico y capacidad evocadora. El juego siempre se produce como manifestación externa. La evocación es función interna, difícilmente exteriorizable y evaluable, que implica, en principio, en el período más temprano del niño, más imaginación que recuerdo, como es lógico.
Juego y evocación se combinan en proporciones diversas y variables al compás del desarrollo físico y psicológico.
La remembranza literaria (INTERTEXTUALIDAD) les sirve a los poetas de punto de partida, de inspiración y hasta de justificación. ALGUNAS FÁBULAS O LEYENDAS HAN PRODUCIDO POEMAS U OTROS TEXTOS (RMM)
Por lo que se refiere a la convocatoria lúdica de la poesía, la reflexión ha de ser variada. Por ejemplo, en el poema Aleluyas vocálicas, en realidad pareados decasílabos, presentan algo más que un repaso a las cinco vocales o aeioú, como se puede comprobar mediante su lectura. Formalmente los versos decasílabos son el resultado de dos hemistiquios pentasílabos marcados por la cesura. El ritmo alterna, ya que, si en el primero de los versos de cada par la cesura separa los pentasílabos, en el segundo incita la encabalgamiento.
Por otra parte, en cada aleluya, todas las vocales tónicas coinciden con la que preside el par. Esto, sin duda, resulta algo artificioso y supera las conocidas muestras de la tradición oral, pero acredita ingenio para resolver el desafío en una lengua de vocalización tan variada como la española y se inserta plenamente en la convocatoria lúdica.
Aleluyas vocálicas
Canta la rana, sabe la A.
(¡Basta de dar lata a papá!).
El tren despierta, sisea en E.
(En la tetera me espera el té)
Hice el vampiro, emití la I.
(Ni mis amigos siguen aquí).
Con ronco golpe sonó la O.
(Sollozan todos y lloro yo)
Brujas me asustan, uso la U.
(Huyo sin brújula en rumbo sur).
Pero hay otro tipo de juego. Una somera consideración narratológica nos lleva a una conclusión nada despreciable. En cada aleluya se ofrece condensado el apunte de una o dos acciones que pueden enlazarse para constituir un relato.
Si hay una rana, o alguien hace de rana, que canta insistentemente la A, es lógico que alguien reclame que cese la lata a papá.
El tren puede despertarse y emitir su sonido característico. También puede suceder que el tren, con su ruido, despierte a quienes duermen cerca de él. Y el despertado se dispone a tomar el té del desayuno.
Si alguien confiesa que se pasó haciendo el vampiro y emitiendo chillidos amenazantes, no es nada sorprendente que haya ahuyentado a todos sus amigos despavoridos. El golpe redondo, ¿casual?, estalló grandioso. Algo más sucedió ya que a él le siguieron sollozos y lloros. Y ¡Oh! es interjección de sorpresa.
Y en cuanto las brujas lo asustan a uno, por más que se defienda tomando la U como escudo, la verdad es que huir, hacia el lado que sea, es lo más justo. Uh, prolonga da, interjección infantil en juegos con palmadas en la boca.
Esta interpretación en prosa, sin duda innecesaria para muchos lectores, cumple dos funciones: concretar la fantasía en hechos subyacentes, e invitar a la dramatización del poema, para lo cual habrá que seguir concretando los personajes -sujetos- conflicto, espacio, tiempo, argumento y tema. Como todos los textos son muy condensados, la puesta en escena lo superará en extensión y reclamará atención especial. Caso de traducir la acción en viñetas, cada aleluya podría servir de expresión final de un texto de relevo, como sucede en las aucas.
El chucho de Chicho se convierte en un trabalenguas, merced a su fuerte aliteración que, con la rima consonante, parece más machacona.
Chicho tiene un largo
chucho que se ducha alguna noche,
y como no chilla mucho
suele llevarlo en el coche.
Es un perrito salchicha,
chachi, con chispa y muy macho,
que salta lleno de dicha
y se acuesta en un capacho.
Déjame tu chucho, Chicho,
y te invitaré a bizcocho,
pues es un chollo ese bicho,
y va más chulo que un ocho.
El poema Artista de circo ofrece variado muestrario de juegos fónicos. Destacarlos serviría incluso para su mejor uso lúdico.
Con la pelota en la boca
salta a la pista la foca.
Todo parece dispuesto:
va a jugar a baloncesto.
A la foca enfoca un foco:
¡Pelota arriba!
¡Por poco!
Miles de niños contentos
se agitan en sus asientos.
Tiro de tres...¡ Atención!
¡Lo ha metido!
¡¡Qué ovación!!
Esto marcha viento en popa:
la foca ganó la copa.
La rima interior es llamativa - con la pelota en la boca; la foca ganó la copa -y se produce en el mismo verso. También en un solo verso se sitúa una aliteración reforzada con polípote -A la foca enfoca un foco- que ocupa todas las palabras con contenido semántico propio. Todo ello, como pruebas de cómo incluso con recursos retóricos tradicionales se puede provocar el juego.
Pero en este poema, de forma más explícita todavía que en Aleluyas vocálicas, se descubren los efectos del recurso a la implicación narrativa y a la polifonía textual. Del circo se pasa a la cancha deportiva, de la exhibición circense, -la foca con la pelota en la boca- al partido de baloncesto; y del animador de la pista circense, al locutor del partido que subraya vocalmente los incidentes, provoca la atención del público y evoca y reclama los gritos del graderío.
Otro ejemplo de cómo la comprensión del texto induce a su dramatización.
El recuerdo del folclore llamará la atención del niño en la proporción de su cono cimiento previo. De ahí que no siempre resulte fácil. Pero sí adquirirá resonancias psicoafectivas para el adulto que actúa como mediador. Esta parece ser la circunstancia, intencionadamente connotativa en la que las ovejas de la canción popular son sustituidas por Cepillos, cuyo humor resulta amable parodia.
La canción original es:
Tengo, tengo, tengo.
Tú no tienes nada.
Tengo tres ovejas
en una cabaña.
Una me da leche,
otra me da lana
y otra me mantiene
toda la semana.
Su transformación da el siguiente romancillo:
Tengo, tengo, tengo
algo necesario,
tengo tres cepillos
dentro de mi armario.
Uno es de la ropa,
otro, del calzado:
y otro, de los dientes:
el más delicado.
Todos me dan brillo,
con todos me apaño:
nunca me confundo
cuando voy al baño.
Tengo, tengo, tengo
algo necesario,
tengo tres cepillos
que uso a diario.
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1 comentario:
interesante blog, pero mi duda es la siguente..
¿por qué no colocan link para dscargar los libros ? creo que esa es lka idea de los blog..
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