viernes, 5 de octubre de 2007

Breve historia de la literatura infantil chilena

Manuel Peña Muñoz.
Escritor.
Investigador literario.
Especialista en Literatura Infantil y Juvenil. ‎


En los últimos años, la literatura infantil chilena ha sido revalorizada. Continuamente hay conferencias y ferias ‎dedicadas al arte del buen libro para niños. Pareciera que los editores, maestros y padres han comprendido que es en ‎la infancia cuando se forma verdaderamente el gusto por la lectura y que es necesario divulgar entre los niños ‎aquellos libros que los formen espiritualmente, los cautiven por su fantasía y les enriquezcan su vida interior.‎

Los expertos han concordado en que los libros cultivan la sensibilidad del niño, fortalecen su individualidad, le ‎desarrollan la imaginación, la capacidad para soñar y viajar a otros mundos distantes, además de contribuir a su ‎perfeccionamiento idiomático. ‎

Curiosamente en un mundo tecnificado, los libros han vuelto a los hogares y cada vez más, las editoriales los ‎publican cuidando sus detalles y sus ilustraciones, conscientes de que ellas educan también al niño en su gusto ‎estético.‎
En Chile, el libro infantil se ha profesionalizado. Hoy se editan incluso con recomendaciones por edades y se ‎publican críticas sobre ellos. No las suficientes, pero al menos, es una señal de que hay un interés creciente de parte ‎de los profesionales del libro y de la educación.‎

Orígenes de la literatura infantil.‎

Nuestro país, a través de su historia, ha pensado en la infancia desde épocas remotas, cuando los indígenas - como en ‎todo el continente latinoamericano - contaban leyendas a sus hijos, transmitiéndoles una sabiduría ancestral de ‎generación en generación. Eran historias portentosas de las que da cuenta el cronista español Alonso de Ercilla ‎cuando escribe el poema épico La Araucana en el siglo XVI y describe sorprendido, a través de Cantos, la estrecha ‎relación que ve entre padres e hijos. Son los caciques quienes educan a los niños en el adiestramiento físico y en la ‎narración de mitos que posteriormente van a ser recogidos por los estudiosos del folklore - Yolando Pino, Ramón ‎Laval, Oreste Plath -formando un importante acervo de narraciones de origen mapuche, verdadera cantera para la ‎recreación de cuentos infantiles de origen vernáculo. ‎

No se le escapan de la mira los niños y jóvenes indígenas a los españoles. Advierten sus costumbres, sus juegos de ‎imitación de los animales - el pudú y el puma - y ven en ellos una extraordinaria capacidad física. Pronto, con la ‎difusión del idioma castellano y de la religión que viene del Imperio, los niños criollos participan en obras de teatro ‎realizadas en el interior de los internados católicos.‎
Teatro y folklore infantil.‎

A mediados del siglo XVII existía en Santiago el colegio jesuíta Convictorio Carolino donde los sacerdotes ‎realizaban con niños y jóvenes una serie de obras inspiradas en pasajes bíblicos, misterios y autosacramentales. En el ‎año 1663 representan una de estas obras en la que toman parte escolares. El historiador José Toribio Medina sostiene ‎que la primera obra de teatro escrita en territorio chileno fue un sainete campesino en el que tomaban parte ‎estudiantes. Más tarde, en el año 1792, se tiene noticia de la publicación de la obrita El coloquio de la Concepción ‎cuyo protagonista era un estudiante.‎

Junto con las representaciones escolares de carácter religioso o patriótico, se difunden los juegos que siempre tienen ‎un sentido teatral. A los niños les gusta y pronto aprenden aquellas rondas, rimas, juegos de cordel, adivinanzas, ‎trabalenguas y juegos de prenda que provienen de España pero que en nuestro suelo se folklorizan y adquieren carta ‎ciudadanía propia tiñéndose del aroma de nuestros campos: perfume de albahaca, de menta, de yerbaluisa y de ‎cedrón. Las madres arrullan a los niños con aquellas inefables canciones de cuna que son las primeras ‎manifestaciones poéticas que escucha el niño:‎

Duérmete, guagüita
duérmete, por Dios
por los capachitos
de San Juan de Dios.‎

Enseguida vienen las primeras oraciones, los villancicos, el Corre l 'anillo, caballo tordillo y los cuentos de brasero ‎aromados a carbón de espino que se inician con aquellos versos decisivos como un conjuro:‎

Para saber y cantar y contar para saber
estera y esteritas para secar peritas
estera y esterones para secar orejones
No le echo más matutines pa' dejarlos pa' los fines
ni se los dejo de echar porque de todo ha de llevar
Pan y queso pa' los tontos lesos
pan y vino pa' los paires Capuchinos
pan y pan pa' las monjas de San Juan
pan y afrecho pa' los burros de Ño Jecho
pan y cebá pa' los que no saben ná. ‎
‎ Estera una vez...‎

Desde luego que las tradiciones populares infantiles se mezclan con las culturas antiguas, de manera que no hay que ‎sorprenderse cuando oímos de norte a sur del país, un juego de pañuelo de origen quechua: ‎
Corre corre la huaraca
el que mira para atrás
se le pega en la pelá.‎

El pañuelo lleva un nudo porque simula una trenza que es lo que en lengua indígena quiere decir huaraka o waraka..‎

Los estudiosos recopilan cuentos de nunca acabar y fray Félix José Augusta recoge los primeros Cuentos Araucanos ‎de labios de los indígenas, consciente de que allí hay una verdadera mina literaria para entregar a las nuevas ‎generaciones.‎
Cartillas, catones y silabarios.‎

Los españoles tienen afán de educar a la infancia y es así que traen a nuestro país las cartillas y catones para enseñar a ‎leer. El Hospicio de Nuestra Señora de Atocha de los Huérfanos de la Ciudad Capital del Virreinato del Perú gozaba ‎de privilegio de venta de las cartillas destinadas a enseñar a leer por el sistema del deletreo y las combinaciones ‎silábicas. Estas cartillas se difundieron en toda la América española entre los siglos XVI y XVII. Los catones, a su ‎vez, eran los primeros libros de lectura con oraciones, trozos morales y pequeñas biografías de santos adaptadas a los ‎niños. Sólo en el siglo XVIII, al aumentar la población y aparecer asegurada su estabilidad, comienza a apreciarse ‎una mayor demanda de lectura. ‎

Se desarrollaron las bibliotecas particulares de las órdenes religiosas y de algunas corporaciones. Lógicamente estas ‎bibliotecas contenían libros para la infancia de carácter educativo que se importaban de España como el Discurso ‎sobre la Educación Popular de Pedro Rodríguez de Campomanes que fue recomendado por el secretario del Tribunal ‎del Consulado, Anselmo de la Cruz, como libro de lectura obligatorio para las escuelas del país.‎

Lógicamente las cosas van a cambiar durante la Independencia después de que en 1812 surge la primera imprenta en ‎la que se editó el primer periódico nacional La Aurora deChile. Este hecho singular fue decisivo para la ‎autodeterminación de lo que el país verdaderamente necesitaba. Fue así que en 1821 aparece el primer libro para ‎niños editado en Chile que fue la Cartilla del Padre Zárate de Fray Pedro Nolasco Zárate de la Orden de San ‎Francisco. Con posterioridad vinieron otros libros de lectura, silabarios y métodos para enseñar a leer como el famoso ‎Silabario del Ojo (1884) de Claudio Matte, hasta que con el cambio de siglo comienza una preocupación por las ‎lecturas verdaderamente recreativas de la infancia.‎

"El Peneca" y otras revistas chilenas.‎

En 1908 don Emilio Vaisse funda en Santiago la revista El Peneca dirigida por muchas décadas por Elvira Santa ‎Cruz Ossa (Roxanne), (1886-1960) una mujer extraordinaria que dio alas para la fantasía a muchas generaciones de ‎niños no solamente de Chile, sino de toda Latinoamérica, ya que la revista circulaba por todos los países de nuestro ‎continente llevando el milagro de la palabra bien escrita.

El Peneca contenía fábulas, cuentos chilenos, poesías, narraciones tomadas del folklore latinoamericano y cuentos ‎clásicos ilustrados por Coré, Mario Silva Ossa, un gran artista que dibujaba sugerentes portadas a todo color y que ‎formó la sensibilidad artística de muchas generaciones, hasta su muerte acaecida en 1950. ‎
El Peneca fue un suceso sin precedentes ya que circuló ininterrumpidamente desde su fundación hasta 1960, ‎manteniendo siempre la calidad artística y literaria. El tiraje era extraordinario, ya que se editaban 240.000 ejemplares ‎semanales que se distribuían a toda América Latina, llevando a muchos hogares las aventuras de Quintín el ‎aventurero, Papa Rucha y su hijo Mote, El Capitán Luna y tantas otras. Simultáneamente Chile tuvo algunas revistas ‎importantes, entre ellas El Cabrito, Simbad, Aladino, Mamita y muchas otras que desaparecieron cuando en los años ‎‎60 hizo irrupción en nuestro país una verdadera avalancha de revistas de historietas norteamericanas de Walt Disney ‎‎(El Ratón Mickey, el Pato Donald) y Walter Lantz (El Pájaro Loco), entre otros, traducidas en México, lo que ‎significó una notable pérdida de nuestra identidad cultural.‎

Los precursores.‎

Blanca Santa Cruz Ossa, hermana de la directora de El Peneca se destacó también difundiendo entre los niños ‎chilenos la cuentística universal en hermosos libros que se han reeditado en Editorial Zig Zag, entre los que ‎sobresalen Cuentos Chilenos y Cuentos Araucanos. En este último encontramos una versión mapuche de La ‎Cenicienta protagonizada por la bella Antú y Longopanqui, el hijo del gran toqui. Aquí, la muchacha desea asistir al ‎gran Nguillatún o ceremonia indígena de invocación de los dioses y le pide a una varillita que ya ha echado brotes ‎que le conceda sus deseos. Después de las danzas rituales, el joven enamorado la busca de ruca en ruca...Las ‎alusiones a elementos propios de la cultura araucana nos emocionan fuertemente: los golpes del kultrún, la sonora ‎trutruca, los silbidos de la pifilca, la muchacha vestida con chamal y adornos de plata... ‎

Luego se destaca Henriette Morvan, quien, a fines de la década del 30, firmaba con un delicioso pseudónimo: Damita ‎Duende. Ella también llevó la magia de la palabra a tantos niños que se deleitaron leyendo Doce cuentos de príncipes ‎y reyes (1938), Doce cuentos de hadas (1938) y tantos otros. Igualmente Ester Cossani escribió en esta época ‎Leyendas de la quena de inspiración quechua y Las Desventuras de Andrajo (1942) que es su obra más ‎representativa.‎

De este tiempo son los Cuentos de mi tío Ventura (1930) de Ernesto Montenegro ambientados en San Felipe, muy ‎bien escritos y con el sabor de la tierra campesina. Es una época en que se valoriza mucho el folklore y por eso, Marta ‎Brunet escribe sus famosos Cuentos para Marisol (1938) ambientados en la región del río Maule con sus torcazas, ‎chincoles y pataguas. El libro va dedicado "a los niños de Chile estas historias nutridas de la tierra nuestra que han ‎hecho para ellos dos mujeres que los aman tiernamente". (Se refiere a la ilustradora María Valencia). De este ‎hermoso conjunto sigue siendo vigente por su poesía, originalidad , modelo de síntesis y profundidad de contenido el ‎cuento Por qué la loica tiene el pecho colorado, un clásico de la literaturainfantil chilena.‎

Otra narradora inspirada en la cuentística de la tradición popular es Carmen de Alonso, creadora de Medallones de ‎Sol (1956), Medallones de Luna (1956) y Cantaritos (1958). Todos sus libros tienen un estilo poético y demuestran ‎conocimiento en el arte de narrar cuentos. Igualmente hay que mencionar a Maité Allamand (1911) con Alamito el ‎largo (1950) la historia de un árbol soñador e inquieto en las riberas del río Maule.‎

La poesía de Gabriela Mistral.‎

Gran conocedora de la infancia y preocupada de la condición social, la maestra rural que fue Lucila Godoy Alcayaga ‎escribió poemas para la infancia desvalida bajo el pseudónimo Gabriela Mistral, nombre de arcángel y apellido de ‎viento. ‎
Nacida en Montegrande en el valle del Elqui - tierra de vendimiadores y pastores a la que volvió siempre como se ‎vuelve a la patria de la niñez - Gabriela Mistral (1889 - 1957) escribió páginas notables inspiradas en el genuino ‎folklore latinoamericano.‎

Gustó principalmente de la ronda, el romance y la canción de cuna. Colaboró con los grandes educadores reformistas ‎de latinoaméricana, principalmente con Vasconcelos en México, país que la acogió y la valoró desde sus inicios. Allí ‎escribió sus Lecturas para Mujeres y numerosos poemas infantiles:‎

Una niña que era inválida
dijo ¿cómo danzo yo:
Le dijimos que pusiera
a danzar su corazón.‎

En un país donde el niño es pobre y sin educación, escribe Los Derechos del Niño y reivindica su lugar en la ‎sociedad: "El niño debe tener derecho a lo mejor de la tradición, a la flor de la tradición, que en los pueblos ‎occidentales, a mi juicio, es el cristianismo".‎

La maternidad, el americanismo y el indigenismo fueron sus temas señeros, pero fundamentalmente el niño le ‎preocupó siempre. En la actualidad, Gabriela Mistral está muy valorada en Chile a raíz de los cincuenta años de ‎otorgársele el Premio Nobel en 1945. Roque Esteban Scarpa ha compilado sus valiosímos artículos y ensayos - ‎Gabriela anda por el mundo (1978), Magisterio y Niño (1979) - en tanto que el poeta Jaime Quezada ha publicado ‎entre otros Poesía y Prosa y Los Motivos de San Francisco que contienen páginas bellísimas para la niños de Chile y ‎Latinoamérica.‎

Otros poetas destacados que han sido precursores en el arte de escribir bellos poemas para la infancia han sido Max ‎Jara, Juan Guzmán Cruchaga, Andrés Sabella, Lucía Condal, Oscar Jara Azócar, Robinson Saavedra, Oscar Castro, ‎Efraín Barquero, Miguel Arteche, Miguel Moreno Monroy y Floridor Pérez, continuamente reeditados en antologías ‎de poesía infantil.‎

Hernán del Solar, Tío Cuenta Sueños.

Como Gabriela Mistral, Marta Brunet y Marcela Paz, Hernán del Solar (1901-1986) también obtuvo el Premio ‎Nacional de Literatura (1968) por su obra dedicada a la infancia. Poeta, soñador, gran conocedor de la literatura ‎universal, principalmente inglesa, Hernán del Solar quería formar una generación de jóvenes lectores a través de sus ‎libros de imaginación fantástica y detectivesca. Era un hombre concentrado que le gustaba contarle cuentos a su ‎único hijo Emilio, actualmente radicado en Paris. A raíz de ello, el poeta Andrés Sabella lo bautizó "Tío Cuenta ‎Sueños". Tal vez, en el recuerdo del escritor estaba presente la institutriz peruana que le contaba cuentos siendo niño. ‎Aquellas historias fabulosas exacervaban su imaginación y predisponían su espíritu hacia la ensoñación fantástica. ‎Así nació Kimbo, el mentiroso, su primer cuento. Más tarde, en 1946, funda Rapa Nui, la primera editorial en Chile ‎exclusivamente dedicada a los libros para niños. A partir de esa fecha hasta 1951 aparecieron 60 hermosos ‎volúmenes, muy bien editados, en su mayoría escritos por Hernán del Solar e ilustrados por los artistas de la época: ‎Coré, Darío Carmona, Elena Poirier y Yola, la ilustradora de Papelucho clásico.‎

Los títulos más representativos de Hernán del Solar son La Niña de Piedra, Memorias de una Sirena, Las aventuras ‎de Totora, La Porota y Cuando el viento desapareció, entre muchos otros. Este autor se escondía siempre bajo ‎originalísimos pseudónimos como Bat Palmer, Ricardo Chevalier, Walter Grandson y muchos otros. Su editorial ‎publicó la primera edición de Cocorí del costarricense Joaquín Gutiérrez, ganador del Premio Rapa Nui 1947, ‎considerado un clásico de la literatura infantil de América Latina.‎

Marcela Paz y "Papelucho".

He aquí la obra más representativa de la literatura infantil chilena. La escribió Marcela Paz (1902-1985) pseudónimo ‎de Esther Hunneus de Claro quien inició la serie de este niño típico de la clase media chilena que se expresa a través ‎de un diario de vida con naturalidad y gran sentido del humor. La idea le nació a la autora cuando antes de casarse, su ‎novio le regaló una agenda con una página amplia para cada día. Así, empezó a escribir Papelucho (1947) al que le ‎siguieron Papelucho casi huérfano, Papelucho en la clínica, Papelucho historiador y muchos otros que han hecho la ‎alegría de muchos niños chilenos hasta el día de hoy que continúa entreteniendo a los de la generación de los ‎computadores. ‎

El estilo rápido y conciso atrapa de inmediato y pese al medio siglo transcurrido, Papelucho sigue conservando su ‎frescura y su gracia inmediata y contagiante: "Pero mientras mi mamá hablaba, se había descolgado una araña del ‎techo y trabajaba derechito por su propio hilo pataleando sulfurosa. No sé por qué la dirigí telescópicamente a la ‎cabeza de la tía Lala que era una verdadera torta de pelos brillantes". La obra de Marcela Paz ha merecido ‎muchísimas distinciones internacionales, además de estar traducida a muchos idiomas.‎

Nuevas tendencias en la literatura infantil y juvenil.‎

En 1964 Marcela Paz crea, a iniciativa de la escritora española Carmen Bravo-Villasante, la sección chilena de IBBY, ‎que en la actualidad agrupa a los principales escritores cuyas obras literarias están dirigidas a la infancia. La misión ‎de esta organizacion - dirigida en la actualidad (2003) por el escritor Víctor Carvajal - es promover los libros ‎infantiles de calidad literaria, participar como jurado en certámenes literarios, dictar charlas y seminarios de literatura ‎infantil, realizar visitas a colegios y difundir reseñas críticas y artículos especializados a maestros y bibliotecarios en ‎la revista Colibrí.

Se destaca fundamentalmente por su larga trayectoria Alicia Morel (1921), una de las voces más conocidas y ‎originales de nuestra literatura para niños. Uno de sus principales libros es La Hormiguita Cantora y El Duende ‎Melodía (1956) que contiene diversos cuentos en los que predomina un tono poético y una narrativa simple de ‎personajes claros y diálogos concisos y armoniosos. Luego vienen Cuentos de la Pícara Polita (1973), El increíble ‎mundo de Llanca (1977), Perico trepa por Chile (1978) (junto a Marcela Paz), Polita va a la escuela (1985), Viaje de ‎los duendes al otro lado del mundo (1988), El árbol de los cielos (1990), Polita aprende el mundo (1991), La Hoja ‎Viajera (1991), Una aguja y un dedal (1992), Cuentos de la lluvia (1993), La Edad del Sueño (1996) y muchos otros ‎en los que predomina siempre el sentido poético, el humor y la fantasía, unidos a una rica cultura literaria.

Su experiencia con teatro infantil la ha llevado a escribir numerosas obras para títeres y también para ser ‎representadas por niños. Su obra más relevante es Cuentos Araucanos, la Gente de la Tierra (1983), inspirada en ‎mitos mapuches, en la que recrea antiguas narraciones de origen indígena como la Leyenda de las Lamparitas y ‎Cuando el sol y la luna olvidaron la tierra. Por su simpatía y su llegada natural, esta hada-niña es en la actualidad ‎una de las escritoras más leída por los niños chilenos. Su experiencia en el teatro infantil la ha llevado a escribir ‎también numerosas obras para títeres y para ser representadas por niños.‎

Siempre en la línea de la recreación de cuentos folklóricos se destaca María Silva Ossa, hermana de Coré, el ‎ilustrador de El Peneca. Esta autora ha escrito El hombre cabeza de nieve (1966), Perejil Piedra (1975), Aventuras de ‎tres pelos (1975) y recientemente Las calzas del brujo (1993) con la rica imaginería poética del cuento tradicional.‎

Una autora dedicada a la literatura infantil es la periodista y escritora Lucía Gevert, directora de Colibrí, impulsora ‎del grupo IBBY y autora de numerosos libros en los que se refleja su interés por defender la naturaleza, la ecología y ‎los mitos indígenas. Entre sus obras se mencionan El Puma (1969), El Mundo de Amado (1991) sobre tradiciones y ‎leyendas onas; Aguas oscuras (1992) y Aventuras del Profesor Zavedruz (1993) que tiene un fondo científico. ‎Recientemente ha destacado con el libro Lo cuenta el cono sur, (1997) conjunto de relatos inspirados en mitos ‎indígenas sudamericanos.‎

Dentro de los autores más modernos hay que destacar a Víctor Carvajal (1944), en la corriente del realismo social. ‎Este escritor se inició con la obra Cuentatrapos, Premio El Barco de Vapor 1984, uno de los premios más importantes ‎que se conceden en España convocado por la Fundación Santa María y Ediciones S.M. Madrid. La obra reúne un ‎conjunto de cuentos ambientados en poblaciones de Santiago, protagonizadas por niños marginales. Le sigue ‎Chipana (1986) basada en la venta indiscriminada a Estados Unidos de llamas, alpacas y vicuñas por parte de un ‎pueblecito del norte de Chile. Sin saberlo, un niño pastor de apellido Chipana es un ecólogo al salvar su manada y ‎esconderla en el valle. Este libro, de inspiración ecológica conjuga una serie de leyendas, saberes populares y ‎elementos míticos de este pueblo nortino. ‎
Luego vienen Fray Andrés, otra vez (1989) basada en una creencia religiosa de una iglesia santiaguina y ‎Sakanusoyin, el cazador de Tierra del Fuego (1990), basada en la vida de un grupo de muchachos de la tribu de ‎indios yaganes, raza indígena desaparecida en el extremo sur de Chile, en un intento de reconstitución de un mundo ‎cultural perdido. Con esta obra el autor obtuvo el Premio de Literatura Infantil del Consejo del Libro y la Lectura ‎‎1995.‎

Otro libro suyo es Como un salto de campana (1992) que narra la historia de un niño, hijo de padres chilenos, pero ‎nacido en Alemania en la década del 70, que decide viajar a Chile a conocer a su abuelo materno a la isla de Chiloé. ‎El libro mezcla la rica mitología chilota con los saberes germanos que trae el niño educado en un mundo europeo. ‎Estos libros inspirados en la realidad se prestan mucho como base para el diálogo con los niños y jóvenes. ‎

De reciente aparición es Mamire, el último niño (1996) que describe la vida de un niño en el norte de Chile, al interior ‎de Iquique, donde la vida se extingue y los habitantes han emigrado. En la escuela es el único alumno y en el pueblo, ‎el único niño. Surge la alternativa: emigrar como todos o valorizar la riqueza de sus raíces. Con este libro, el autor ha ‎obtenido por segunda vez consecutiva el Premio de Literatura Infantil del Consejo del Libro y la Lectura 1997. ‎

Victor Carvajal promueve la literatura infantil a través de diversos programas de animación a la lectura con ‎profesores de todo Chile. Dirige además la librería "Sol y Luna", la única en Santiago de Chile dedicada ‎exclusivamente a la difusión del libro infantil y juvenil de calidad.‎

Dentro de la corriente psicológica se destaca Cecilia Beuchat con sus libros Cuentos con algo de mermelada ‎‎(1987), Cuentos con olor a fruta (1989) y Cuentos de perros, gatos y canarios (1993), protagonizados por niños de la ‎clase media santiaguina que sufren por alguna causa y ven solucionados sus problemas gracias a la ayuda del afecto y ‎la comprensión. En estos cuentos no hay hadas madrinas, pero la transformación se logra gracias al calor humano. La ‎autora nos dice que muchas veces un buen consejo viene a equivaler a las palabras mágicas de los cuentos ‎tradicionales.‎

De reciente aparición es Cuentos de otros lugares de la tierra (1998) junto a Carolina Valdivieso. Se trata de un ‎hermoso libro de gran formato y con bellas ilustraciones. Para la preparación de esta cuidada antología las autoras ‎seleccionaron y tradujeron un conjunto de doce cuentos de diversos puntos del globo terráqueo con el fin de brindar a ‎los niños hermosas narraciones enmarcadas en distintas culturas. De este modo, el niño lector conoce un espectro ‎muy amplio de formas de vida - de Africa, Jamaica o Nueva Zelandia - a la vez que se recrea en unas historias cuyas ‎traducciones han respetado cuidadosamente la idiosincrasia de cada pueblo, sus tradiciones, vestimentas, usos y ‎costumbres. El libro se inscribe en la tendencia actual de la literatura infantil y juvenil pretende integrar a los niños ‎del mundo en una visión multicultural y multiracial con el propósito de lograr una mayor comprensión y ‎comunicación entre los pueblos. Otro libro para niños de Cecilia Beuchat es Corazón de alcachofa (2003) publicado ‎en editorial Alfaguara.‎

Autora de gran sensibilidad poética y don de la fantasía es Jacqueline Balcells (1944) que se inició escribiendo ‎cuentos en Francia y que a partir de 1986 con El niño que se fue en un árbol escribe en Chile una serie de libros ‎dotados de brillante imaginación y naturales condiciones para el género. Sus títulos más relevantes son El ‎archipiélago de las puntuadas (1987), El polizón de la Santa María (1988), La Hacedora de Claros y otros sueños ‎‎(1988), El País del Agua (1991), Cuentos de los reinos inquietos (1993) y Siete cuentos rápidos y cinco no tanto ‎‎(1993). La prosa limpia de Jacqueline Balcells la ha hecho acreedora de diversas distinciones, entre ellas del Trofeo ‎Bonnemine D´Or en 1922 por Leo contra Lea de la Colección J´aime Lire Bayard Presse, otorgado al cuento que ‎tiene mayor éxito entre los jóvenes.

Con la escritora Ana María Güiraldes ha escrito una profusa obra para niños y jóvenes. Como si tocasen piano a ‎cuatro manos, estas autoras escriben "a dúo" numerosos libros tocados por la magia y el asombro. Son libros de ‎ciencia ficción como Aventura en las Estrellas (1987), Misión Alfa Centauro (1988), La Rebelión de los Robots ‎‎(1989); de corte histórico como la serie Un día en la vida de...y Cuentos secretos de la historia de Chile (1992); de ‎corte policial como Trece casos misteriosos (1990), Querido Fantasma (1992) y recientemente de tipo detectivesco ‎protagonizados por la adolescente Emilia, entre ellos Emilia en Quintay (1996) y Emilia y la Dama Negra (1997). ‎

Ana María Guiraldes es autora de una serie de libros en los que predomina un don para la narrativa y un exacervado ‎sentido para jugar con las palabras, especialmente notable en los libros para los niños más pequeños, en los que ‎aparecen rimas lúdicas y onomatopeyas. Su primer libro es Ratita Marita; La lombriz resfiada (1985). Luego vienen ‎otros libros ilustrados por su hermano Ricardo Güiraldes que ha hecho carrera en Inglaterra. Se destacan Animales, ‎animalitos y animalotes (1987), El mono buenmozo y otros cuentos (1987), La pata patana y otros cuentos (1990), ‎Mariano Isla (1990), los cuentos La dotorcita, Bonifacio, Eufrasio y Nicasio, La vigía del campo, Giralunasoles ‎‎(1993) y recientemente una serie de novelas para jóvenes en las que predomina la capacidad para fabular entre la ‎fantasía y la leyenda. Son ellas Un embrujo de cinco siglos (Lista de Honor del IBBY 1992), El castillo negro en el ‎desierto (1992) y El violinista de los brazos largos (1994). Ana María Güiraldes obtuvo el Premio Municipal de ‎Literatura 1983 con su obra El Nudo Movedizo.‎

También se destaca Saúl Schkolnik (1929), autor de una prolífica obra para niños. Este autor se inicia en el campo ‎literario con Un cazador de cuentos (1979) ganador del Concurso Latinoamericano de Literatura Infantil convocado ‎por la UNESCO en Colombia. Luego publica muchos libros, entre los que se destacan Cuentos para adolescentes ‎románticos (1979), Erase una vez un hermoso planeta llamado tierra (1979), Colorín, colorado, ovulito fecundado ‎‎(1981), Cuentos de Tío Juan, el zorro culpeo (1982), Breve noticia de mi infancia (1984), La Historia de Fog, un ‎sapo como cualquier otro (1985), Se necesita un rayo de sol (1986), José Hombre (1986), Cazando fantasía (1986), ‎Antai, la historia del príncipe de los Licanantai (1986), Cuentos ecológicos (1993), Cuentos de los Derechos del ‎Niño (1993). En su propia editorial Alicanto ha pulicado más de un centenar de libros de cuentos que él mismo va ‎animando en sus continuas visitas a colegios, entre ellos se destacan La flor de Bartreus, Antonio y el ladrón, Tres ‎burros más cinco manzanas y muchos otros. Sus libros tienen tres variantes, una de divulgación científica y ‎ecológica, otra de pura invención fantástica y otra de recreación de mitos orales chilenos o latinoamericanos. En este ‎sentido sobresale Tres príncipes (1993) ambientado en la cultura indígena del norte de Chile. Su último libro es ‎Cuentos con pulgas (1997).‎

Se destaca también Manuel Gallegos, autor de diversas obras de teatro infantil, entre ellas Las aventuras del señor ‎don Gato (1980), Tres obras para Navidad (1987), Mamoe Uri, Mamoe Tea (1989), que en lengua pascuense quiere ‎decir "Cordero Blanco, Cordero Negro"; La sorprendente historia de los niños picunches (1992), Encuentro en Tritón ‎‎(1994) y muchas otras. Recientemente este dramaturgo ha incursionado en la narrativa. Entre sus cuentos se ‎mencionan La prisión de la garza (1992), Ayun Ul (1992), que en lengua mapudungún quiere decir "El canto del ‎amor". En los últimos años ha publicado la novela Travesía Infernal (1997) en la que relata las peripecias de la goleta ‎Ancud en la posesión del estrecho de Magallanes. Sobresaliente es su conjunto de cuentos ecológicos sobre los ‎árboles de Chle titulado Cuentos para no cortar (1998).‎
Una autora destacada es María Eugenia Coeymans, autora de Alas doradas (1986), La Ovejita (1987), El caracol sin ‎casa (1988), El reino de los aurus (1988), El secreto de la caja blanca (1991) y muchos otros "cuentos para ‎conversar" en los que desea reforzar afectivamente la psicología del niño. ‎

Otra escritora es Elena Aldunate, autora de una serie de ciencia ficción protagonizada por un misterioso ser ‎intergaláctico llamado Ur y diversas adolescentes. Estos libros publicados por Editorial Universitaria son: Ur y ‎Macarena, Ur y Alejandra, Ur y Almendra, Ur e Isidora. ‎

Otro escritor de libros para niños e investigador de la literatura infantil es Manuel Peña Muñoz, autor de estas líneas. ‎Escritor, crítico e investigador literario nacido en Valparaíso, Chile, en 1951. Profesor de Castellano y Doctor en ‎Filología Hispánica. Cursó estudios de especialización en literatura infantil en España bajo la dirección de Carmen ‎Bravo-Villasante. Ha publicado los siguientes libros de narrativa: Por qué el mar es salado (1983), El Niño del ‎Pasaje (1989), Premio del Círculo de Críticos de Arte de Valparaíso 1989; María Carlota y Millaqueo (1991), El ‎juguete del príncipe (1993), Por qué lloran los sauces, Colombia (1994) ; El collar de perlas negras (1994), Un ‎ángel me sopló al oído, Colombia (1995) y Dorada Locura (2000). Relatos suyos han sido incluidos en las antologías ‎Cuentos cortos de la tierra larga (1980), Cuentos de príncipes, garzas y manzanas (1991), Cuentos del fin del mundo ‎‎(1992) y en el volumen Cuentos de esto y de lo otro (1993) publicado por la UNESCO. En el campo de la crónica ha ‎publicado Ayer soñé con Valparaíso (1999), Memorial de la Tierra Larga (2001) y Los cafés literarios en Chile ‎‎(2002)‎

En los últimos años se ha destacado Mauricio Paredes con sus libros La Cama de Bartolo (2001) y Yo me amo ‎‎(2003) publicados en Alfaguara. Son libros que han logrado conectar con la sensibilidad de los niños a través de un ‎lenguaje llano y humorístico.‎

Por su parte María de la Luz Uribe se afincó en España con su esposo, el ilustrador Fernando Krahm y ambos ‎publicaron hermosos libros para niños en España y Chile, entre los que se destacan La señorita Amelia (1983) ‎‎(Premio Apelles Mestres, Barcelona) y Cuentecillos con mote (1987) inspirado en la nostalgia de las cosas chilenas. ‎Lamentablemente esta escritora que desde Sitges pensó a los niños de Chile, falleció en 1993, dejando un hermosa ‎herencia literaria para las futuras generaciones. ‎

Los ilustradores merecen mención aparte. Hay algunos de real jerarquía, entre ellos Marta Carrasco, Andrés Jullian, ‎Tomás Gerber, Carlos Rojas Mafioletti, Eduardo Osorio, Antonio Castell, Paloma Valdivia, Alberto Montt, Raquel ‎Echeñique y muchos otros. Se destaca Beatriz Concha - hija de la conocida escritora Esther Cosssani -que es también ‎autora de libros, entre ellos El país de las ausencias (1994) y Rosita Sombrero (1995) con el que obtuvo el Segundo ‎Premio de Literatura Infantil del Consejo del Libro y la Lectura 1997. En la actualidad reside en Paris donde ‎desarrolla su arte creativo en el campo de la ilustración artística. ‎

Los autores premiados fueron Victor Carvajal por Sakanusoyin en novela; Saúl Schkolnik por El cazador de cuentos ‎y Héctor Hidalgo por Los Gatos de Venecia, premio compartido, mención cuento; y María de la Luz Uribe por ‎Cuentecillos con mote en poesía. Este premio se volvió a convocar en los géneros de cuento, novela y poesía ‎publicados en los años 1995-1996, obteniéndolo Victor Carvajal por Mamire, el Ultimo Niño y Beatriz Concha por ‎Rosita Sombrero.‎


En: http://www.lecturaviva.cl/articulos/brevehistoria.html

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